


Retratadas mediante cámara lenta, varias mujeres obesas se contonean desnudas ante la cámara mientras se desglosan los créditos. Conforme se abre el contexto vamos entendiendo que se trata de una performance llevada a cabo en una galería de arte moderno. Allí, entre copas de champagne, una multitud de sofisticados ademanes y prendas de costosa hechura contempla los retratos en movimiento mientras las propias modelos descansan físicamente su sobrepeso en actitud yacente sobre pedestales. Dos mundos, uno artificial y peripuesto que contempla la simulada muerte de otra realidad menos atractiva pero indiscutiblemente verdadera; el arte como vaso comunicante entre el refinamiento de lo prostético y la crudeza mórbida de lo real.
Susan (Amy Adams) disimula entre copa y copa su declive económico y personal. Su segundo marido se la pega con otras de manera poco disimulada; su galería de arte atraviesa penurias económicas, y la fachada de sofisticación donde vive se va convirtiendo en un cascarón vacío. Inesperadamente, recibe el manuscrito de una novela firmado por su primer exmarido (Jake Gyllenhaal), que le dedica la obra y le pide opinión. Sorprendida, comienza a leerla y pronto queda embelesada por un relato truculento que irá despertando en ella sentimientos de culpabilidad.
La historia del libro, narrada en paralelo, cuenta la violación y asesinato de una mujer y su hija pequeña en una carretera perdida al sur de Texas. El padre, mitad atormentado por no haber podido proteger a su familia y en parte henchido de deseos de venganza, iniciará la persecución de los violadores con la ayuda de un policía local. Pero eso no es lo importante. Lo importante es la presentación de un personaje duro, valiente, arrojado y capaz. Es decir, todos los atributos que Susan se negaba a reconocerle a su exmarido cuando estaban casados.
Pues, según se cuenta en flashbacks, tras el enamoramiento inicial Susan empezó a hacerle de menos. No sólo no reconocía talento en los borradores que escribía, sino que poco a poco se fue creyendo la retahíla de improperios que le dedicaba su madre y que comenzaban siempre vituperando su falta de ambición. Por supuesto, no tardó demasiado en tener una aventura con otro —precisamente con el que ahora se la está pegando a ella—, y lo abandonó de forma cruel. Pero la lectura del libro de pronto vislumbra un giro en sus percepciones; no sólo por el retrato de un héroe vengador, sino por ser la prueba fehaciente de que el exmarido, después de todo, puede que fuera un diamante por pulir.
Con un toque estilístico que va entre lo sofisticado y lo pasional, el diseñador de moda Tom Ford certifica en su segunda película su maestría cinematográfica. Mediante un relato que teje con soltura emociones internas y complejas, el director propone un diálogo maduro y sutil con una audiencia que, sin duda, no podrá apartar la mirada del filme.