


Por todos es sabido que el clásico de Disney La Bella y la Bestia, de 1991, no sólo supuso un espaldarazo en taquilla para la firma sino que además vino a confirmar un avance tanto en lo técnico como en lo narrativo en el que muchos han querido ver el inicio de una nueva etapa dorada de la casa de animación. Tal vez por ello, la adaptación en imagen real realizada ahora, veintiséis años después, debe total y absoluta reverencia a la pieza original.
El filme dirigido por Bill Condon prácticamente copia plano por plano su precedente, apenas introduciendo algunos insertos orientados a ampliar los trasfondos dramáticos de los protagonistas. La música es la misma, las canciones son iguales, y hasta las coreografías y demás aspectos de puesta en escena parecen calcados. No obstante, la película en su conjunto no alcanza al original.
Según han declarado tanto el director como la protagonista en distintas entrevistas, la pretensión ha sido, parece, la de remozar la obra un punto más feminista. El resultado, sin embargo, no termina de corresponder con el objetivo, tanto quizá por el fondo de la historia literaria o por el referente inmediato de 1991: los personajes en esta siguen ciñéndose al cliché; los roles de género siguen siendo los tradicionales, y la protagonista se sigue enamorando de su grosero carcelero nada más comprender que, debajo de tanto pelo, es un intelectual como ella.
El filme renquea con las interpretaciones de los actores principales. Emma Watson, pese al esfuerzo, ha terminado perfilando a una princesa un tanto pusilánime e inexpresiva mientras que él, un irreconocible Dan Stevens, presta la percha a una Bestia digital de pobre acabado y escasa «bestialidad», pareciendo más un peluche de ojos azules que el terrorífico monstruo que pretende ser.
Salvan la papeleta los secundarios, quienes realmente parecen sufrir el conflicto más potente de la historia.
Salvan la papeleta los secundarios, quienes realmente parecen sufrir el conflicto más potente de la historia. Hechizados todos junto con su señor —al parecer, como pena por la omisión en su educación cuando era un infante—, están condenados a ser piezas vivientes de orfebrería hasta que caiga el último pétalo de una rosa encantada. Entonces se esfumará de ellos todo hálito de vida —la Bestia continuará siendo tal—, y perderán toda posibilidad de reencuentro quienes se aman, muriendo en efecto hasta el pequeño Chip, la procaz tacita de café.
El filme juega en taquilla la baza de la nostalgia, y probablemente sea capaz de juntar en las salas a los treintañeros que recuerdan el original con los veinteañeros que crecieron con Hermione Granger… pero no sabemos si gustará a los demás.
Aquí tu amiga preparada para tocar las narices: hay tres canciones completamente nuevas (con sus respectivas escenas); el inicio y las historias pasadas de los protagonistas son también completamente nuevos (más que un simple inserto). Hay un personaje nuevo (Cadenza), y alguno de menos. Se han cambiado las letras de algunas de las canciones (incluyendo líneas originalmente compuestas por el fallecido Howard Ashman). Incluso Gastón adquiere más historia. Evidentemente copia a la original como era de esperar, pero no es «plano por plano» como dices, y se han cambiado/añadido suficientes cosas como para darle un toque fresco.
Mucho amor 😉