De un tiempo a esta parte he visto algún que otro episodio del programa de Cuatro Adán y Eva. En general me ha resultado bastante aburrido. En serio. Sí. Desnudos y tal, pero muy poco interés. Y es lógico. O no. A ver. Dejen que me explique.
En artículos anteriores habrán podido leer en este mismo sitio loas hacia la iniciativa de poner en horario para adultos un programa que trate al desnudo con naturalidad; que si bien por tratar el tema sin morbo; que si ojalá los medios derivados hicieran lo mismo… Y sí, oigan, es cierto que lo hace. Y es verdad que es muy loable. No obstante, creo que ese es su mayor problema: Adán y Eva es un programa cachondo donde falta el cachondeo. ¿Me entienden?
Piensen, de entrada, que Adán y Eva lo realiza la misma casa que nos ha traído esperpentos tróspidos como Quién quiere casarse con… o Un príncipe para…, ejemplos dolorosamente divertidos donde los haya, para qué lo vamos a negar. Sí, digo dolorosamente porque esa es la sensación que siempre me provocan: lástima por quienes se exponen a ello, diversión por el montaje demencial que llevan a cabo. ¿Se imaginan un programa tróspido donde los personajes estén, además, desnudos? Sería demencial, efectivamente. Pero no. No lo es.
Casi da la impresión de que Adán y Eva es un programa excesivamente puritano, excesivamente correcto políticamente. La mesura a la hora de mostrar los genitales creo que no está de más, pero… ¿acaso será demasiado estricta? Por instantes cada pieza entra en bajones de ritmo; en vacíos de interés… En vez de un Quién quiere casarse con… parece una cita de Mujeres Hombres y Viceversa, y de las aburridas. ¿Se estarán pasando con la mesura?
Adán y Eva es un programa cachondo donde falta el cachondeo
Anoche protagonizaron el triángulo amoroso dos chicas y un chico negro que parecía confirmar todos los tópicos referidos al miembro viril. De hecho, fue la comidilla durante todo el espacio. Las muchachas se dedicaron durante todo el programa a hacer al joven brincar y saltar para que expusiera sin pundonor toda su exuberancia y, sin embargo, el montaje puritanísimo no nos mostró ni un sólo primer plano del miembro. Bien, pero no. El juego es otro. ¿No les parece?
Porque, ¿de qué va realmente Adán y Eva? Quiero decir, ¿qué contenido tiene? Por el paradisiaco enclave de sus playas han pasado jóvenes que pensaban que la Alhambra se llamaba realmente realmente Alambrada; que no sabían situar el Manzanares o que, sencillamente, se preocupaban más por el tupé que por la comida. ¿Es un programa sobre el amor? ¿En serio? Después de ver varios episodios he llegado a la conclusión de que es un programa que se fundamenta y que debe su éxito sólo y simplemente a la picardía. Pero no es un programa pícaro —no porno, ojo, que no es lo mismo—. ¿Será ese su problema?
Veo a la presentadora, Mónica Martínez, y me da la impresión de que cumple su labor con total y absoluta corrección. No hay un guiño, no hay una broma, no hay un doble sentido… Nada. Todo aséptico y perfectamente limpio. Para todos. Ella ahí, en la prueba final, junto a dos tíos en pelotas, y ni una mirada cómplice, ni un comentario procaz. ¿Acaso no es inevitable la comparación con Luján? ¿No se echa de menos?
¿Es un programa sobre el amor? ¿En serio?
El reality parece un cinema verité que realmente no sabe a qué juega. Muestra desnudos, pero huye del desnudo; quiere tonteo de cama, pero huye del montaje pervertido; expone personajes tróspidos, pero quiere escapar del trospidismo. ¿Qué nos queda? Un formato que podría ser en sí divertido, pero que se toma demasiado en serio. ¿Está mal? Probablemente no. Ya decíamos más arriba que es de valorar que el desnudo no se convierta en el centro de la cuestión pero, en vista de que realmente sí lo es, ¿no sería mejor darle un poco más de cancha? Ya que estamos en ese juego, ¿no es mejor explotarlo al máximo?
Porque, al fin y al cabo, recurrir a un reality basado sólo en el despelote es en sí mismo una degeneración de nuestra programación televisiva. Piénsenlo. Han puesto este formato a competir, en las cadenas de al lado, con series construidas a base de argumento, narrativa, fotografía, guión… Piensen que el mismo tiempo que Adán y Eva dedica a una cámara en mano filmando un diálogo de besugos improvisado, en la cadena de al lado ha costado el trabajo de guionistas formados, realizadores, actores, maquilladores, técnicos, fotógrafos, productores… ¿A cuántas horas de estudio de arte dramático equivale una teta? ¿A cuántas reescrituras de escena, tratamientos, escaletas y actos equivale un pubis? ¿Cuántos puestos de trabajo podemos sustituir con un culo?
¿Cuántos puestos de trabajo podemos sustituir con un culo?
Sinceramente, creo que Adán y Eva no se encuentra. Por un lado quiere jugar a que el desnudo no es lo importante, aunque el programa se fundamente en el desnudo; dice que los genitales no son lo fundamental del asunto, aunque pongan al negro a saltar a la comba; no quiere centrarse en el sexo sin más, aunque los filmen con cámaras nocturnas en la cama. ¿Será que quiere ser lo que no es? Mientras se deciden, les recomiendo que paseen por otro canal. Hay menos desnudos, pero más narrativa, juego, historia y, fíjense qué paradójico, también picardía. Y, al final, eso es lo que interesa.
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