Una pareja en escena, chico y chica. Se despiden en la cocina. Uno de ellos va a emprender una arriesgada misión en la que es muy probable que tenga que usar su arma. La otra persona se queda cortando tomates para la ensalada de la cena, tomando con comprensión la situación, pero sintiendo una tremenda añoranza ya hacia su pareja, que puede que no regrese. Sería una escena habitual de cualquier película de espías, salvo por una vuelta de tuerca diferente a lo tantas veces visto: en esta ocasión, la agente secreta es ella, y el amo de casa él.



La misión no es otra que salvar al mundo, como sí es habitual en el género. El Macguffin en esta entrega es un dispositivo capaz de interferir cualquier sistema informático en cuestión de segundos. Varias son las agrupaciones criminales que quieren hacerse con él, al igual que las agencias de inteligencia de distintos países, que harán todo lo posible por evitar que caiga en malas manos (considerando malas cualquier otra mano que no sea la suya propia). Esto pone sobre el terreno a varias agentes, una de la CIA, otra de la inteligencia británica, otra de la inteligencia alemana… y una psicóloga que resultaba estar en el peor lugar en el peor momento posible.
La parte interesante de la película dirigida por Simon Kinberg, además de reunir en el encuadre a cuatro estrellas como Jessica Chastain, Penélope Cruz, Diane Kruger o Lupita Nyong’o, es la manera de afrontar el género. En lugar de forzar una rivalidad insalvable entre ellas, rápidamente se impone la sororidad, lo que hace que todas acaben colaborando a pesar de sus distintas (y contrapuestas) agencias.
Esta perspectiva femenina recalca, por contraste, la visión masculina del mismo problema. No solo los hombres que aparecen en el film acaban siempre matándose unos a otros, sino que además se sugiere que esto es así en todas las obras cercanas en tema y género. Y tal vez sea verdad.
El problema que presenta la película tiene más que ver con no haber querido dar el paso definitivo y presentar una obra abiertamente feminista. El film, que juega bien sus preceptos, termina cayendo en los clichés más habituales —y predecibles—. Y no ya solo con respecto a la historia, sino también con respecto a la imagen que presentan ellas en pantalla: rudas agentes acostumbradas a la acción y la lucha que nunca van a la pelea sin el rimmel y los tacones de aguja.
En cualquier caso, la película tiene una trama bien desarrollada con abundantes giros y sorpresas, y ellas, igualmente, defienden muy bien un papel que, tradicionalmente, parecía reservado a hombretones de apellido monosilábico.