¿Qué tendrá American Horror Story que gusta tanto? Personalmente creo que es todo, o prácticamente todo, puro y simple artificio. Pero oye, tuvieron seis millones de espectadores en la premiere americana, que no es tontería. ¿Qué tendrá? ¿Qué será?
Amalgama. A veces simplona, a veces vacua. Sencillamente eso: amalgama. Un cúmulo de elementos que juntos conforman un pastiche evocador; un collage impresionante y sorprendente que normalmente promete más de lo que ofrece y que, a nada que se rasque un poquito, se desmorona como un castillo de naipes. Porque no hay que buscarle los tres pies al gato: American Horror Story es una serie superficial, de impacto directo y deglución instantánea.
Casi da la impresión de que las tramas se escriben a partir de una tormenta de ideas venida arriba con cervezas. ¿De qué va la temporada? ¿De un circo ambulante? Pues, ale, a ver qué tenemos que meter en esta ocasión. Luego, con la lista de recortes, con todos los clichés y tópicos recolectados, van componiendo una historia en la que, mejor o peor, encajen todos. En esta ocasión no falta ninguno: el payaso asesino, la mujer barbuda, la pitonisa, el deforme, los enanos de circo… todos bajo la batuta de una cruel madame de ascendencia germana.
Luego lo empaquetamos todo con una autocomplaciente factura visual bien realizada —sí, bien realizada—. Hacemos todos los trucajes que podamos en todos los momentos del metraje que se nos ocurra. No hace falta orden ni concierto. El objetivo ojo de pez y los planos aberrantes/expresionistas sirven para cualquier cosa, incluso para una escena aburrida de charla en cafetería. Lo importante es impactar, sorprender y, si es posible, escandalizar un poco a los puritanos estadounidenses con sangre y sexo. Aunque el sexo mejor lo sugerimos, que nos multan si se ven tetas. La sangre no. Dile al payaso que pinche a gusto, que está to pagao.
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No les fue del todo bien la temporada pasada, la de las brujas. Supongo que se les vio el plumero de la engañifa demasiado pronto. Confieso que me desenganché rápido. Aguanté más con la temporada del Asylum, aunque la verdad es que el final me pareció un cúmulo de despropósitos sacados de la manga y, de nuevo, presentados con la elegancia de una factoría que, no lo vamos a negar, sabe lo que hace empezando por Jessica. Sí. Jessica. Lo he dicho siempre. La inexpresividad de los ojos de la señora Lange la han hecho siempre intrigante y seductora. Siempre.
En esta ocasión se han cortado un poco con las promesas. Era tradicional que anunciasen cada nueva temporada con docenas de spots y trailers de imagen subyugante que ponían un listón tan alto que luego la serie parecía triste y deprimente. En esta ocasión se han comedido bastante, conscientes quizá de lo peligroso de acumular espectadores defraudados, sobre todo teniendo encima la sombra del Carnivale de HBO. Tanto es así que de los teasers que han trascendido quizá el más notorio sea precisamente uno de los realizados por los fans.
Porque sí: los fans lo son todo para American Horror Story. Por eso hay que darles todo lo que piden, para que luego ellos mismos hagan de la cosa algo viral. Fíjense que incluso hay quien está tratando —con poco éxito— de encontrar un punto de engarce entre todas las temporadas, a pesar de que siempre se plantearon como independientes. La repetición de uno de los personajes en ésta no ha hecho más que avivar las llamas. Los fans, siempre los fans. Y ahí creo que está también el problema principal de la serie en su totalidad, y de su primer episodio en particular: que deben creer que los fans son idiotas.
No encuentro otra explicación. Fans adolescentes y con pocas luces. Así deben pensar que somos. Si algo caracteriza el piloto es la redundancia y la verbalización. Así, a las claras. Para que sea evidente nuestro trauma lo contamos a viva voz, y por si no queda claro del todo lo volvemos a contar y hasta hacemos un flashback para enfatizarlo. La mujer bicéfala es un ejemplo evidente: además de voz en off y flashback, los guionistas recurren al truco de poner al personaje a escribir sus traumas y anhelos en un diario. Y por partida doble, claro, que tiene dos cabezas. ¿No podían haber dejado algo para que el espectador complete la trama? Lo mismo con el niño-cangrejo; lo mismo con la mujer barbuda… Al final del episodio incluso la propia Lange tiene un momento-revelación semejante con el personaje que interpreta Kathy Bates. ¿De verdad era necesario que nos contara sus traumas? ¿No es evidente su problema ante su discapacidad? ¿No es más que evidente después de haber destrozado el Life on Mars de David Bowie?
Jessica Lange está ya en la edad a la que se ha perdido por completo la vergüenza. La escena musical es una deliberada y deprimente pantomima [para los melómanos, pueden ver la actuación original que imita en este enlace, pero tengan en cuenta que data de cuando David Bowie se alimentaba exclusivamente de leche y cocaína, años después, ya entrado en la madurez, modificó la interpretación, dándole un toque más low, escuchen un ejemplo en este otro enlace donde además explica el vínculo entre esta canción y la conocida My Way].
Aunque esto me recuerda que lo realmente bueno; lo que realmente sí merece la pena de American Horror Story; lo que de verdad hace interesante su visionado es la banda sonora y la selección de grandes hitos. Si no lo creen, prueben a ver un episodio. Espero que disfruten la mescolanza.