


En un pueblo de la montañosa y escarpada costa vasca, en torno a 1609, tres hombres del rey se encargan de investigar y perseguir los tratos con Lucifer. Obsesionados con conocer los secretos del sabat satánico, se dedican a torturar a quienes ellos sospechan que han tenido tratos carnales con el Diablo y, tras su confesión forzada y la preceptiva encomienda de su alma a Dios, los queman en la hoguera y esparcen sus cenizas al viento.
Así van, de pueblo en pueblo, hasta que se topan con seis cordeleras adolescentes de las que se dice que suelen pasar los atardeceres bailando en el claro del bosque. Por supuesto, los hombres del rey no necesitan mucho más para apresarlas y dictar su sentencia por brujería, antes incluso de pasar siquiera por el trámite de la confesión. Las muchachas no tardan en darse cuenta de que su destino está sellado desde el instante en que son apresadas, pero quizá puedan tener una vía de escape cuando regresen los marineros del pueblo, que están todos faenando, con la siguiente luna llena.
Es Ana quien por fin encuentra la manera de engatusar a sus carceleros: siguiéndoles la corriente
Así, aprovechando el desconocimiento que los hombres del rey tienen del euskera, traman pactar sus confesiones con la finalidad, como Scheherezade, de posponer la fecha de su muerte. Sin embargo, no todo sale tan bien como ellas esperan. Una trata de rebatirles las acusaciones partiendo de la lógica, pero no logra más que ser golpeada hasta que la obligan a firmar una falsa confesión; otra intenta seducir a los hombres que la tienen apresada con lascivia y gemidos sexuales, pero lo único que consigue es que le rapen la cabeza.
De todas, es Ana quien por fin encuentra la manera de engatusar a sus carceleros: siguiéndoles la corriente. Además de confesar su brujería y pergeñar una fábula que al tiempo exime a sus amigas y certifica su malignidad, ofrece a sus captores aquello que más desean: realizar delante de ellos el misterioso sabat diabólico en primera persona, eso sí, bajo la luna llena.
La película de Pablo Agüero narra una historia que va ganando en interés a medida que avanza el metraje, y que ha regresado a la gran pantalla gracias a sus nueve nominaciones en los Goya de este año. Destaca, además de la fuerza lúgubre de sus imágenes y la potencia interpretativa de sus actrices, el sentido metafórico que abraza la pieza por instantes, retratando, bajo la lógica del siglo XVII, un cuento de violencia, abuso y sororidad que presenta resonancias de actualidad.