


A menudo las propuestas que llegan de la factoría Burton cumplen lo que prometen: una revisión siempre personal y extravagante de historias ya narradas; una visión alterada a veces hasta la hipérbole de textos ya conocidos. Lo hizo con el Batman de los comics, con el Sweeney Todd de la tradición inglesa, con el relato colonial del jinete sin cabeza, los simios de Charlton Heston, el filme clásico de la fábrica de chocolate o la serie de televisión setentera de las Sombras Tenebrosas. Eso sí, a menudo la revisión, más que aportar originalidad y sorpresa, termina por decepcionar con efectismos digitales y maquillajes exagerados. Con Alicia sucede esto último.
Después de haber navegado por los siete mares como capitana del barco de su padre, Alicia regresa a Londres para encontrarse de bruces con los problemas económicos que asedian a su familia. Un despechado Hamish, el joven que Alicia rechazó en la primera entrega, ha urdido un plan para arrebatarle su casa y someterla a un triste puesto administrativo que, para Alicia, equivale a que le corten las alas. No obstante, en ese momento recibe una petición de ayuda: en una realidad paralela, su amigo el Sombrerero está muriendo de tristeza. Alicia no dudará en embarcarse en una nueva aventura para salvarle en la que tendrá que viajar a través del tiempo, aunque esta intervención pueda causar daños peores.
Con un guion bien hilado aunque quizá bastante complejo para los niños —principal público al que va dirigido—, el director James Bobin retoma la senda que ya inaugurase Tim Burton en su irreverente afán por reescribir los clásicos. En efecto, como ya pasara en la anterior entrega, Alicia a través del espejo sólo comparte con su referente bibliográfico el nombre y los rasgos esenciales de algunos personajes, pero nada más. Digna sucesora de la primera, el estallido cromático y digital se antoja en esta ocasión casi tan excesivo como la actuación de Johnny Depp, que está muy pasado de tono. Ganan profundidad los personajes interpretados por Helena Bonham Carter, Anne Hathaway y Sacha Baron Cohen en el papel del mismísimo Tiempo, aunque su peripecia se haya situado como accesoria en el conjunto de la trama.
En definitiva, se zambulle en el lado más colorista, pero también menos interesante del espejo
Es de alabar el tono feminista de la obra, aunque se queda irremediablemente a medias: Alicia abandona un mundo donde es protagonista de los conflictos —la moral y restrictiva época victoriana— para vivir una aventura fantasiosa que en realidad le afecta a otros; deja de lado su tiempo y su época para convertirse en una heroína vicaria de una dimensión alternativa y, en definitiva, se zambulle en el lado más colorista, pero también menos interesante del espejo.