Alma y sus compañeros de clase están de excursión en un refugio en la montaña asturiana. Juegan a explorar el bosque, a hacer acampadas… y también a tontear con las drogas de diseño y con las relaciones amorosas. Cuando emprenden el camino de regreso a la ciudad, una densa niebla ralentiza la marcha del autobús. Se aprecian destellos rojos en el horizonte y hay sonidos extraños que no se sabe bien de dónde proceden. Estos hechos provocan un terrible accidente en el que mueren varios de los estudiantes.



Alma sobrevive, pero pierde la visión de un ojo y sufre una amnesia profunda que le impide identificar sus propios recuerdos. Estando en el hospital, además, empieza a sufrir visiones extrañas. Siente como una presencia que la persigue. No tarda en ponerle forma: es un fantasma, pero un fantasma con su misma cara. ¿Podría ser su hermana gemela?
Horror en dos tiempos
Alma se presenta, de este modo, como una serie a medio camino entre el terror y las historias coming of age, si bien a medida que van avanzando los episodios el relato se desarrolla por otros derroteros.
La primera faceta de la ficción es la que ofrece la protagonista —y sus amigos— a lo largo del proceso de descubrir tanto su identidad como las verdaderas causas del accidente. La segunda faceta la van desglosando varios narradores al introducir precedentes sobrenaturales de todo cuanto ha ocurrido, con brujas, demonios y estética medieval.
De este modo, el espectador, por un lado, intuye más que los propios personajes de la serie sobre las normas que rigen el universo mágico donde se desenvuelve la historia. Pero, por otro lado, vive en la absoluta ignorancia con respecto al pasado de la protagonista y su propia identidad.
Tal vez a causa de esto una de las facetas resulta más interesante que la otra, hasta el punto de terminar eclipsándola por completo. Poco importa la amenaza sobrenatural de monstruos oscuros que anteceden un peligro ignoto frente al conflicto vital de Alma y sus encuentros con el fantasma que la persigue. Por ello, esta es la trama que, ante las sorpresas, tiene mayor riesgo de defraudar.
Belleza y sorpresas ocultas
Tiene la serie una belleza particular. A la hermosa fotografía paisajista de diversos rincones asturianos se suma un evidente cariño y cuidado por parte de la realización. Sorprende especialmente en los momentos en que Alma aparece junto a su hermana gemela, interpretadas ambas con mucha solvencia por Mireia Oriol. La realización, lejos de plegarse a la opción sencilla, juega con diopters y máscaras invisibles para lograr una integración absoluta.
Este giro, clave para sostener todo el entramado de la ficción —y valiente, pues le otorga a todo lo visto hasta el momento un sentido contrario al manifestado—, es también el puntal de mayor riesgo.



Una historia sobre emociones
Quizá el título de la serie, además del doble sentido con el nombre de la protagonista, también pretenda hacer alusión a su principal idiosincrasia pues, en realidad, donde de verdad funciona es en el plano de lo emocional. La relación de la protagonista consigo misma, con sus padres y con sus compañeros son, en definitiva, la trama principal.
En definitiva, se trata de un excelente producto que sabe mezclar el juego sobrenatural con una historia interesante sobre la muerte, la pérdida y la enfermedad. Su temporada termina muy en alto. Solo falta que el gigante Netflix diga si la renueva.