Si hay algo que me haya terminado por llamar la atención de la serie Vikingos es su trasfondo interior.
Sí, sí. He dicho interior. Porque así es la serie. Interior. Vale que tengamos la premisa de conquistar nuevas tierras, lograr grandes tesoros al otro lado del mar y navegar hacia Occidente para amargarle la vida a los cristianos. Sí, eso también está. Pero no tiene la menor importancia. De hecho es prácticamente una excusa para hablar de lo que realmente le interesa a la serie: de los conflictos interiores.
Por un lado, nuestro amigo Ragnar ya ha perdido definitivamente la sonrisa. Se le ha puesto en contra nada menos que su hermano de sangre. Por otro lado, anda medio atormentado porque le ha puesto los cuernos a su mujer —¿son cuernos en sociedades que admiten la poligamia?— y ha dejado embarazada a una princesa de las tierras norteñas. Además de todo esto, está el hombre apurado porque se encuentra en medio de una disputa entre varios señores de la zona. Unido a todo, se tiene que esforzar por ser un padre consecuente y un líder sabio y férreo para sus vasallos… Lo que les digo. Historias interiores. Hoy comienza la segunda temporada en el Canal TNT. Aquí las señas y después, si quieren, los spoilers.
—SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ—
Bueno. Liberados ya de las restricciones podemos hablar claro. Iré por partes, comenzando por la trifulca con el hermano moreno, que es probablemente el mayor renuncio que presenta la serie. Na. No pasa na. Los hermanos se pelean, mueren unos cuantos vikingos y luego… ya. Perdonado. Y tan amigos. La trama con el hermano me parece no ya floja, sino al borde del truco chapucero de guión. Quedaba bien para terminar la temporada anterior en alto. Un cliffhanger de esos que llaman: plantear, en el último minuto del último episodio, un conflicto tan potente como antiguo. A ver, la lucha fratricida está desde los tiempos de Caín. Y es una buena historia, ojo, cuando se desarrolla. En Vikingos esa trama muere muy pronto para terminar incidiendo en el conflicto del hermano perdonado, que malvive como un paria avergonzado de sí mismo y que no tiene otro anhelo que el de ganarse de nuevo la confianza de su hermano, el semidios. Lo dicho: conflicto interno.
Por otro lado está la trama de la princesa embarazada que se presenta de pronto en el poblado reclamando sus derechos y los de su hijo nonato. Se aventura un problema gordo con la consorte, a la sazón mujer de armas tomar —no es eufemismo, Lagertha es escudera—, sin embargo todo parece indicar que la trama también va a morir en el momento en que ella se va con su hijo por voluntad propia a vivir con un señor tan estereotipado como maniqueo. Afortunadamente esa separación —se contarán años en la serie— es solo momentánea y no tarda en regresar para avivar todas las llamas que encuentra a su paso: la de la pasión no olvidada de su marido, la de los celos mal disimulados de la princesita pija, la del conflicto con el nuevo esposo, que va de chulo y, por supuesto, la de la guerra que inicia ella sola contra los enemigos de todos y unos pocos más. De armas tomar, ya digo, y salvadora de la trama, según me parece.
Luego tenemos el conflicto religioso, que se manifiesta con el diablillo de Floki, siempre tentando y malmetiendo al apóstata de la expedición. Y de nuevo estamos ante un conflicto tan interior como los demás: la batalla más cruenta no se desarrolla en la campiña inglesa, sino que se libra en la cabeza y el alma del joven cristiano. Recién nacido en la fe de Odín, tendrá que martirizar a los monjes y monjas que viven al servicio de su Dios anterior. La pugna entre la propia moral, el deseo de integración y la confusión religiosa lo convertirán en un tipo, digamos, interesante. Veremos si sobrevive en algún bando.
Por último, el problema de la tierra. No tardamos en descubrir que la verdadera voluntad del héroe vikingo es traer paz y prosperidad a los suyos; encontrar un clima más placentero y un lugar mejor y más fértil sonde sembrar sus cosechas todo el año. Alimentar a los suyos. No más. Pero claro, con tanta expedición terminará descuidando la defensa de su propio señorío. ¿Conflicto externo? Sí, pero secundario: lo interesante del tema es que terminará detonando todos los demás, volverá su ex para echarle un cable, dejará solos a su caterva de rufianes en tierra extraña y tendrá que verse forzado a reconciliarse con su hermano. ¿Veremos algo que, por fin, le salga mal al rubio?
Con todo, esta segunda temporada me está resultando bastante más interesante que la primera, de momento. Se aprecia mayor presupuesto, mejores efectos y recursos, sin perder la aspiración educativa que subyace en el trasfondo. Sólo puedo tener una queja: la edición de la primera en Bluray ha mostrado que existen dos versiones de la misma producción, una censurada para la televisión y otra sin censurar que, básicamente, parece sólo diferir de la televisiva en la presencia de algún que otro desnudo. Aun a riesgo de equivocarme, pues no he podido ver la versión sin censura, me parece, de entrada, una estrategia errónea. ¿O es que acaso ver un desnudo justificado en la trama es ofensivo pero ver a una monja siendo violada, a un obispo acribillado a flechazos y degollado o a cualquier inocente seglar sufriendo el martirio de los bárbaros no lo es?
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