Sabíamos que Bajo Sospecha se posicionaba como un proyecto de envergadura, pero creo que nunca llegamos a imaginar que tendría tan buen acabado. Anoche se estrenó en Antena 3 e, independientemente de las cifras, personalmente me ha parecido todo un éxito por el mero motivo de presentar en pantalla una pieza bien acabada, tanto en lo visual como en lo narrativo.
Salivé. Lo juro. Disfruté cada plano. Ni un solo croma; ni una sola luz de contra injustificada; una planificación que jugaba con la profundidad de campo, con los movimientos de cámara —impresionante resolver la escena de la eucaristía con un sencillo traveling lateral—, con la luz natural… Ya, ya sé que me dirán que esto de la fotografía no lo es todo, ni siquiera lo más importante. Pero discrepo. Si la foto no entra, no entra nada de lo demás. Porque el cine es fotografía y Bajo Sospecha tiene eso ganado.
La historia es una amalgama de referentes que sólo pueden llevar el asunto hacia un éxito asegurado. Si ven el piloto van a encontrar retazos de novela negra escandinava; instantes de serie danesa de las de ahora, y momentos robados de antiguos éxitos de la propia casa que nos la trae. Vitaminen Desaparecida con una pizca de Broadchurch, un instante de The Killing, un mucho de Bron y varios arenques fermentados de los que comía Stieg Larsson y el resultado no podrá ser malo. En serio. Pueden añadir también los terribles sucesos relacionado con el crimen de Asunta, que también están en la memoria colectiva.
Vitaminen Desaparecida con una pizca de Broadchurch, un instante de The Killing, un mucho de Bron y varios arenques fermentados de los que comía Stieg Larsson
No se asusten. No me ha dado ningún siroco y les prometo que sigo siendo el mismo. Simplemente, me ha gustado Bajo Sospecha, fíjense. Y mis motivos tengo, ojo —la crítica escena por escena la haremos más adelante, si mantiene el nivel. Prometido—. Eso sí, no sería yo mismo del todo si no sacara a pasear los puntos flacos, y el primero de todos es la interpretación. Que me perdonen los directores de cásting, los actores, las actrices y los fans, pero hay un nivel muy desigual entre unos intérpretes y otros. Están los que te crees, los que no te crees, los que dicen, los que declaman, los que figuran y los que no parecen estar por la labor de mover ningún músculo de la cara. No diré nombres. Hoy no. Más adelante, si eso. Aunque seguro que saben en quiénes estoy pensando.
La historia narra la desaparición de una niña en misteriosas circunstancias, en el seno de una familia en la que todos los personajes parecen ocultar algo. ¿Se habrán pasado con los secretos? La policía opta por infiltrar a dos detectives para descubrir la verdad, con lo que se conforma la tormenta perfecta: Mulder y Skully en Cienfuegos. Él desobediente, ella misteriosa y cargada de secretos, como todos los del pueblo.
Es verdad que algunas premisas están un poco tomadas del manual del espectador ausente. Ya saben a qué me refiero: eso de ver la televisión sin necesidad de mirarla; eso de andar recordando cada diez minutos todo lo que hemos descubierto, nuestros propios planes y los del vecino, lo de hacer murales con las fotos de todos los sospechosos —que no es de infiltrado, digan lo que digan—. Sí, es verdad. Está. Pero no importa. Es necesario, incluso. Lo otro podría no ser tan popular, o no entenderse… No. Sí se entendería, que la gente no es tan idiota.
Me ha gustado el piloto. Confieso que me ha dejado con ganas de más. La emisión de anoche, además, tuvo el beneplácito de Antena 3, que se cortó mucho con la publicidad pese a lo que nos tiene acostumbrados —ya llegará, ya…—. Veremos por dónde nos lleva y si, como es de esperar, mantiene el nivel o lo sube.