


Si los viejos rockeros nunca mueren, los viejos superhéroes nunca dejan de ser rentables. Así lo atestigua el éxito en taquilla de la última entrega del género que tiene por protagonista nada menos que a los «abuelos del rock» del mundo del cómic, Superman y Batman. Ha llovido mucho desde finales de la década de los treinta del siglo pasado, donde datan su nacimiento ambos personajes, y han sido muchas las revisiones que se han hecho, tanto entre viñetas como en el cine y la televisión, sobre ambas mitologías. Por ello no es de extrañar que haya terminando llegando a la gran pantalla el éxtasis que ya en el universo del cómic ha tenido varios tientos: el conflicto entre ambos, la pelea de un héroe contra el otro.
Zack Snyder, director que no firma el guión pero sí el argumento, plantea una premisa que pretende ahondar en la parte profunda de ambos protagonistas desde su conflicto interno. Por un lado, Superman siente sobre sus anchas espaldas la crítica de la sociedad ante su omnipotencia, su empleo megalómano de la fuerza y la ingente cantidad de víctimas colaterales que ha dejado su anterior aventura contra los kryptonianos en El hombre de acero. Por otro, un Batman avejentado y resentido, quizá, por la pérdida de su fiel compañero Robin —del que sólo vemos un traje mancillado— contempla el desastre que ha causado el héroe de la capa roja y decide concentrar sobre él toda la angustia y el odio que parece albergar en sus adentros. A esto se añade un catalizador, el joven empresario Lex Luthor, que no tendrá inconveniente en agitar el avispero.
Pese a las buenas intenciones, la película cae en una maraña de subtramas que terminan por no sostenerse. Quizá presa del sambenito de tener que ser obra fundacional de un renacido universo de cuya simiente tienen que salir continuaciones y derivaciones con nuevos personajes, o quizá por el pretendido tono grandilocuente que ha querido presentar en su complejidad, lo cierto es que finalmente la trama, aparte del enfrentamiento entre los héroes, se pierde en el sinsentido.
Nadie sabe qué gana Lex Luthor con sus maquinaciones
Nadie sabe qué gana Lex Luthor con sus maquinaciones; nadie comprende cómo puede precisamente Batman juzgar a Superman —estando él en su misma tesitura—; no se entienden los sueños premonitorios de Bruce Wayne, ni se explica que, a pesar de todo el odio y los resentimientos, baste un instante de reconocimiento para que ambos cambien por completo su carácter y pueda nacer entre ellos incluso una amistad.
No ayuda tampoco un elenco de secundarios cuyo perfil quizá no esté del todo definido. El mayordomo Alfred es un cínico aficionado al whisky que bajo su apariencia de hombre de protocolo alberga profundos conocimientos de ingeniería; Lois Lane muestra garra y entrega como periodista en busca de la noticia pero se torna completamente incompetente en cuanto surgen los problemas, y Wonder Woman sencillamente pasaba por allí. En definitiva, demasiado ruido.
Una sociedad, donde el error cada vez se permite menos y sin darnos cuenta que nunca habiamos cometido tantos errores como en esta era. Por no disfrutar, terminan con criticas, criticas y mas criticas. ¿Donde estan las criticas positivas? Esta no es una pelicula perfecta, pero si digna de su nombre y a la altura de lo que el cine ha hecho, y pretende hacer con los comics…