

Llega un punto en la historia de algunas series de televisión en el que pasan a ser recordadas como auténticos iconos culturales y Hollywood no tiene más remedio que convertirlas en largometraje para loa de los fans y alegría de los contables. La última en someterse a tal canonización ha sido el clásico noventero Los Vigilantes de la Playa, serie que, parapetada en la premisa de que los socorristas de las arenas de Malibú tenían poco que envidiar a los agentes de las Fuerzas Especiales, versaba fundamentalmente en el lucimiento de palmito veraniego de sus protagonistas originales corriendo por la playa —hablamos de talentos interpretativos como Pamela Anderson, Carmen Electra, o el ya legendario David Hasselhoff—. Estuvo en antena más de una década y dio lugar a un spin-off y una TV Movie.
El remake que llega ahora a las salas, a pesar de criticar abiertamente el desparrame en lo sensual de la serie, le rinde fiel homenaje en esta faceta. Con una trama autoconsciente y paródica en la que los socorristas se encargan de dar al traste con una banda de narcotraficantes y asesinos; y una puesta en escena plagada de chistes escatológicos y bromas sexuales de deje infantil —que tienen, ciertamente, muy poca gracia—, el fundamento de la pieza se focaliza en el torneado busto de Zac Efron, fetiche adolescente de fans de High School Musical envejecido de forma prematura; los pectorales de Dwayne Johnson, hipermusculado habitual en sagas de acción que toma el rol de jefe de la patrulla; el escote de Kelly Rohrbach, modelo de bañadores para la revista Sports Illustrated; y las curvas de Alexandra Daddario, actriz de filmes de acción juveniles como la saga Percy Jackson reconvertida en reclamo erótico tras su paso por la serie True Detective.
La película es objetivamente mala. Sin embargo, hay que entenderla en su contexto paródico. Si bien el original televisivo se tomaba demasiado en serio a sí mismo, el filme es consciente de la papeleta y por eso plantea una comedia gamberra que estaría en la misma liga de los clásicos de Mel Brooks o las barrabasadas dirigidas a adolescentes como American Pie y sus secuelas, incluyendo gags absurdos —que en su inmensa mayoría incluyen penes en un sentido más o menos explícito—, y la metaficción autorreferencial tan aplaudida en otras obras como Deadpool: en efecto, no sólo Dwayne Johnson se dirige a Zac Efron en el filme con el apodo de «High School Musical», sino que además tienen su instante de gloria los cameos del propio David Hasselhoff y Pamela Anderson.
Eso sí, la promoción es bastante transparente: que nadie se espere un Shakespeare.