Mientras el Joker trágico y taciturno de Todd Phillips se alza con el éxito en la ceremonia de los Óscars —único personaje, junto con Vito Corleone, que ha llevado dos veces a sus intérpretes a lograr el preciado galardón—, su exnovia en la ficción, Harley Quinn, irrumpe en la cartelera para ofrecer una historia de empoderamiento femenino con un protagonismo coral que parece no ser del agrado de la distribuidora. De hecho, ante los malos datos de taquilla de su primera semana, no han tardado en cambiarle el título a la película, destacando en primer lugar el nombre de la antiheroína protagonista por delante del apelativo grupal.



En la ahora llamada Harley Quinn: Birds of Prey, la villana ha roto su relación con el archienemigo de Batman y está en visos de lograr su completa liberación. No obstante, salir del círculo del Joker implica también perder su aura benefactora, lo que propicia que todos aquellos que guardan rencillas contra Quinn tomen este como el momento idóneo para satisfacer su venganza. De entre todos destaca el cruel criminal Máscara Negra, que considera el asesinato de la ex del Joker una oportunidad para afianzar su poderío como capo di tutti capi en la ciudad de Gotham. Ella, no obstante, logra alcanzar un arreglo con esta ominosa presencia patriarcal: salvar su vida a cambio de conseguir para él un valioso diamante. No obstante, detrás de la joya están otras tres mujeres que terminarán uniendo fuerzas contra los hombres que las persiguen, atacan y oprimen.
El relato está narrado de forma tramposa mediante una constante voice over en primera persona que resulta cargante por la redundancia en la verbalización de los conflictos y traumas. La factura visual va dando saltos caprichosos de adelante a atrás en el tiempo, manejando la exposición de manera aparentemente caótica, desatada y pretendidamente divertida. La protagonista, sin duda fuerza motriz de toda la película, desaparece durante prácticamente todo el segundo acto para dejar espacio a unas secundarias que, en contra de lo esperable, terminan resultando mucho más interesantes y carismáticas que la propia Harley Quinn.
La puesta en escena, por otro lado, replica en femenino todos los vicios y costumbres de las películas de acción tradicionales de corte masculino, como si mujeres y hombres a la hora de solucionar los conflictos opten ambos por una violencia extrema, salvaje y estéticamente coreografiada.
En definitiva, una obra que acrecienta la duda sobre el devenir del universo extendido de la casa editorial DC.