


Times Square, una bolsa olvidada en medio de la calle. Alarma. La policía acordona la zona, vienen los especialistas y un artificiero se acerca al bulto, no sea que tenga que desactivar algo. De pronto de la bolsa sale una mujer desnuda y aturdida con todo el cuerpo cubierto de tatuajes. No recuerda quién es ni qué hace allí, pero tiene el nombre de un agente del FBI tatuado en la espalda. Contactan con él, que no la conoce de nada, y de pronto descubren que entre tanta tinta hay mucho más: cada uno de los trazos en su piel es una pista para resolver un crimen que, por lo visto, todavía no se ha cometido. Ella empieza a tener leves atisbos de su vida pasada que no la tranquilizan: habla idiomas, controla de artes marciales… en definitiva, un procedimental más interesante que el resto.
Sí, me ha resultado interesante. Vale que al final sea un poco lo de siempre de la pareja de investigadores y el malo malísimo urdiendo los planes en la sombra, pero en esta ocasión hay un punto de intriga que me ha gustado. Como en Homeland, como en The Americans, hay algo interesante en el juego de las anagnórisis, del propio descubrimiento de la identidad olvidada, del personaje que no sabe quién es en realidad. Se trata, por otra parte, de todo un clásico de los noventa. Edipo ha tenido más adaptaciones en los últimos veinte años que en todos los siglos anteriores, desde Desafío Total (Total Recall, 1990) hasta Matrix (1999), desde Memoria Letal (The Long Kiss GoodNight, 1996) hasta El Caso Bourne (The Bourne Identity, 2002). Y además en esta ocasión hay tatuajes corporales que recuerdan un poco a Memento (2000). No puedo evitarlo, sorry.
Se trata de una obra eminentemente de acción, según lo que deja ver el piloto, que, no obstante, sabe plantearle al espectador la información justa y necesaria para que se quede ante la pantalla preguntándose de qué va todo esto. Nadie es lo que parece, todos tienen, a partir de lo que se desprende de la primera toma de contacto, sus propios secretos y traiciones, y eso, sí que sí, engancha mucho más que los típicos personajes planos de tantas y tantas historias televisivas actuales.
Un piloto de acción atractivo es casi una condición fundamental para lograr el visto bueno tanto de la cadena como de los televidentes
Es, también, bastante exagerada. Si en los policiacos españoles lo habitual es que se denote una falta de medios más acuciada de la que se pueda dar en la realidad, en los análogos estadounidenses se peca justo de lo contrario: les encanta presumir de una tecnología y organización que en realidad no tienen. Eso es, quizá, el elemento más fantasioso del asunto, pero es un tópico ya tan repetido que casi lo hemos interiorizado. Sí: en los ordenadores del FBI siempre hay diminutas letras subiendo y bajando en múltiples ventanas, y los pinganillos de los agentes también tienen mini micrófonos incorporados para que puedan hablar sin usar la radio, que sí, que sí…
Pese a todo, tengamos cautela. Un piloto de acción atractivo es casi una condición fundamental para lograr el visto bueno tanto de la cadena como de los televidentes. Por lo pronto se ha ganado mi interés para repetir, lo que no es poco según se está presentando el panorama esta temporada. Daré una oportunidad a Blindspot, a ver si no pasa como con la triste The Following, que también comenzó con mujeres tatuadas haciendo locuras y luego mira la patochada en que se ha convertido.