Envidio el Reino Unido. Lo confieso. Envidia mala. Y no sólo por su sistema electoral de circunscripciones unipersonales —que también—; por la solera y prestigio de sus universidades —que no es tontería—, ni por que sea la patria que ha dado al mundo la banda sonora rockera del último siglo —de los Beatles a los Rolling, de los Sabbath a Deep Purple, de Led Zeppelin a Queen…— No. Si por algo envidio el Reino Unido es, básicamente, por la BBC.
Ya… ya sé. Quizá no debería decir esto. Ya sé que lo propio en estos casos sería hacer patria; hacer oposición férrea contra el enemigo de Trafalgar y loar lo nuestro. España es la mejó y tal. Y la verdad es que a veces lo intento. Me siento frente a la tele y hago el esfuerzo de ver algo en la pública, la de todos, pero a los diez minutos reniego y siento irrefrenables deseos de prepararme un té inglés.
Es que resulta inevitable. El abanico de posibilidades de la pública británica frente a lo encorsetado de la pública española lo evidencia. Tienen programas de calidad, series, documentales de producción propia, e incluso shows divertidísimos como el de Graham Norton, donde van los artistas sin hablar del corazón. Les pondré una metáfora: ¿recuerdan la efigie de cera de nuestra infanta? Miren la de Benedict Cumberbatch (Sherlock) cuando la descubrió en el citado programa, a ver si no les pica la envidia.
Si lo piensan, nosotros sólo tenemos programa contenedor tras programa contenedor. La mañana interminable de Mariló donde cabe todo, la tarde infinita de la otra —bueno, ahora creo que ponen cine enlatado— y el despiporre que se traen con los informativos. Sólo hay un atisbo de programas interesantes y bien realizados a las tantas de la madrugada —cuando nadie los ve—, y en la 2, aunque a veces ya ni eso. ¿Por qué dejan lo bueno para tan tarde? ¿Acaso no pueden poner la reposición de Un país para comérselo —que es una buena producción— así, de sobremesa? En serio, es una cuestión que me trae de cabeza. ¿Por qué van a poner el nuevo programa loco de Ángel Martín, Órbita Laika, los domingos a las once de la noche? ¡Divulgación científica con un toque adolescente los domingos a las once de la noche! ¿Qué quieren? ¿Que nadie lo pueda ver?
Nosotros sólo tenemos programa contenedor tras programa contenedor
Las series también podrían ser un buen buque insignia de nuestra pública si no fueran tan mediocres. No, a ver, no me entiendan mal. Hay tramas muy cuidadas, personajes muy bien construidos, arcos y narraciones realmente de primera, pero todo empaquetado de una forma tan pobre y escasita que da un poco de vergüenza, oiga. Ese cartón piedra que vale para todo, lo mismo un Águila Roja que una Isabel; ese foco de relleno en la coronilla… Un poquito de dignidad, ¿no? Que eso se ve también por ahí.
Claro, es que la BBC es muy potente. La pagan entre todos los contribuyentes, no tiene publicidad y sale más cara que TVE. De acuerdo. Pero es que su canal de noticias 24 horas es el que más corresponsalías tiene del mundo; es que sus series tienen decorados con techo, tienen exteriores y cuentan con los mejores actores del momento; es que sólo su sección dedicada a la gastronomía le da mil vueltas a cualquier cosa que tengamos por aquí.
Ya, ya sé. Me dirán que estoy hablando de oídas; que tendría que estar allí y verlo para entender que no es oro todo lo que reluce; que seguro que también tienen sus altibajos y sus problemas. Seguramente, pero el caso es que yo sí veo la BBC. Yo y todos ustedes. ¿No se lo creen? ¿O acaso no vieron Sherlock cuando lo emitieron en Antena 3? ¿Acaso no vieron Galerías Paradise en Telecinco? ¿O es que acaso no han oído el estreno del documental La verdadera historia de la ciencia ficción el mes pasado en la nuestra pública?
Sueñen por un momento con una primera cadena con series potentes, de las que pueden permitirse planos desde el interior de coches en movimiento
Por eso a veces, entre sorbo y sorbo de Earl Grey, me gusta soñar; imaginarme distopías de esas que están tan de moda ahora, y pensar que directamente nos ha invadido la BBC. Traten de imaginarlo, no es difícil. Piensen que de pronto tienen en su televisor cinco canales públicos —sí, tenemos cinco, pagamos cinco, no sólo dos, cinco… seis contando el internacional— de primera calidad. Sueñen por un momento con una primera cadena con series potentes, de las que pueden permitirse planos desde el interior de coches en movimiento —así de raquíticos somos—; sueñen con una segunda cadena plagada de documentales de producción propia, amenos, modernos, bien realizados… Sueñen, sueñen conmigo. Imaginen un canal 24 horas con información en directo… Un Clan TV con productos realizados por españoles; un Teledeporte que emita los partidos de fútbol que plantan normalmente en la primera jodiendo la parrilla. Sueñen. Sueñen. E imaginen, de paso, una televisión que no sufrieran injerencias políticas. Total… soñar es gratis y nuestra TVE no.
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