Como no suelo ver la TV no sé si puedo ser objetivo del todo. Ni siquiera sé si estoy al tanto del «pulso» de lo que «lo peta» o no en la caja tonta. No obstante, el regreso de Buenafuente bien merece el esfuerzo, aunque tocara trasnochar el día de su estreno.
Lo que había leído por ahí indicaba que Andreu, con «En el aire» volvía para hacer «lo de siempre» pero de otra manera, con algo más de frescura, más colaboradores, en riguroso directo y con alguna posibilidad de dar dinamismo al programa, como el «botón rojo». Este pulsador, enclavado en una mesa redonda donde interactúan todos los participantes del programa —invitados y colaboradores— permite parar el discurrir normal del espacio, para ceder el control total del mismo al pulsante y que ocurra en plató lo que se le venga en gana en ese momento. El primer ejemplo era guionizado, veremos si da resultados cuando toque ser espontáneo
El decorado es moderno, amplio y con toques de loft industrial, de tinte urbano y actual. A priori, los ingredientes de la receta vaticinaban cierto éxito. Pero el programa en sí… qué quieren que les diga. Flojea más que la prótesis de cadera de Su Majestad el Rey. No sé, a día de hoy, cuáles son los datos oficiales de audiencia, pero les garantizo que no vuelvo a trasnochar, para perder el tiempo con el mandamás de El Terrat. Dicho esto con las lógicas reservas, por tratarse del primer programa, plagado de imprecisiones, nervios y falta de «rodaje»
Al programa le falta «punch», no hay frescura por ninguna parte y, «lo de siempre» me sigue pareciendo «lo de siempre». Ya lo he visto, no me llama la atención para nada. Echo de menos los monólogos brillantes de Andreu. Y no crean que no soy consciente del esfuerzo técnico, presupuestario y humano que requiere un programa de late night de estas características pero, o mucho mejoran las cosas con el paso de los días, o parece que Andreu y su troupe se van a dar un batacazo de escándalo.
Queda clarísimo que, si hay ingenio, frescura y talento para la comedia televisiva, es el aportado por Berto Romero. Del mismo modo queda claro, por nefastas experiencias del pasado, que Romero no funciona sin Buenafuente y viceversa. Jorge Ponce, como invitado al menage a trois apunta maneras y me da buen feeling, pero habrá que ver cómo evoluciona, con cautela. Una sección suya del programa, en la que relataba la vida de Isabel Pantoja a través de iconos del Whatsapp, a pesar de chusquera en las formas, tiene chispa y me hizo reír. Fue lo único. Los nuevos colaboradores —Bob Pop, el chico del Twitter, Marc Giró, el detallista y Belén Cuesta, la chica mona— no me aportaron nada en absoluto, a pesar del potencial de sus micro espacios. El primero sobre todo. Cuando los invitados de la noche, Javier Cámara y David Trueba, terminaron riéndole las gracias a los chicos de Buenafuente frente a un árbol de poliespán… apagué la televisión
No conviene hacer demasiada leña porque, como digo, con un solo programa no se pueden sacar conclusiones. Habrá que ver si hay baile de secciones y colaboradores en el futuro y darle tiempo al tiempo pero… mala pinta tiene. En la guerra de audiencias nadie hace prisioneros. Queda claro que los tiempos del cáustico Andreu en Antena 3, las noches de gloria de Berto Romero o de Edu Soto, los buenos ratos con espléndida televisión de madrugada… quedan muy lejos, en el tiempo y el espacio. Si los puntos fuertes de «En el aire» son rememorar los gags a dúo de Buenafuente y Romero, dando vida a Iker Jiménez y Carmen Porter —en esta ocasión bajo la apariencia de Sandro Rey— o hacer una gracieta fácil con un árbol de poliespán… es que algo huele bastante mal, amigo Andreu. Cualquier tiempo pasado fue mejor.
100% de acuerdo.
De hecho los nuevos colaboradores, especialmente la tal Belén ésa, y el hombrecito detrás del «Internet», me parecen insulsos, ridículos, sobreactuados, y sin la gracia de colaboradores previos.
Espero y deseo que Berto pueda despegar, de una vez por todas, en solitario; porque Buenafuente ha perdido el norte como director de Late Night.
De hecho ya apuntaba cansancio en el anterior programa. Por eso se tomó un tiempo sabático prometiendo volver con algo distinto.
Y no sólo no lo ha hecho sino que lo ha cambiado quitando la fórmula base de los Late Nights.
Como muy bien apuntas, César, hay que ser consciente del esfuerzo humano y económico necesario para realizar un programa de esta índole.
Pero no pude evitar sentir que en lugar de un programa de TV, era una grabación de un puñado de amigos haciendo el panoli delante de una cámara de aficionado, cualquier sábado por la noche en su casa.
Ya veremos si vuelvo a darle otra oportunidad…
Gracias por comentar, Pablo
También he visto el segundo programa y la cosa ha mejorado un poco. Los momentos en los que Berto y Andreu «improvisan» sí que son frescos y tienen gracia. La química entre ellos permanece y Jorge Ponce me parece un buen fichaje. Lo tiene todo para convertirse en otro puntal en el equipo de colaboradores. Pero el programa, en general, me parece flojito. Quieren «meter» con calzador tanto contenido que el rato con los invitados es casi testimonial. Va a toda pastilla y creo que Buenafuente sacrifica uno de sus puntos fuertes, que siempre ha sido el sacar jugo en las distancias cortas y las entrevistas algo más profundas.
Posiblemente, la novedad y la masa de seguidores incondicionales mantenga las audiencias en márgenes de cifras respetables pero, cualquiera que sea mínimamente crítico puede ver que no hay novedad, innovación ni ganas de sorprender a una audiencia cada día más difícil de contentar. Un saludo