


«La discapacidad va a tenerla siempre, pero al menos ya está empezando a lidiar con ella» afirma uno de los personajes de la última película coescrita y dirigida por Javier Fesser. Este diagnóstico no sería en absoluto reseñable en el contexto del tema de la obra, pero el caso es que quien lo pronuncia es precisamente un discapacitado, y el sujeto sobre quien va dirigido no lo es. O, al menos, no está diagnosticado como tal. Esta frase, comentada medio de soslayo, supone la condensación de todo el espíritu del film.
El argumento es conocido y se intuye nada más ver el trailer, pues la película pertenece a ese subgénero de filmes deportivos que están todos cortados con el mismo patrón: entrenador antipático y arrogante recibe cura de humildad teniendo que hacerse cargo por mandato judicial de un equipo de discapacitados intelectuales, los cuales terminan regalándole al protagonista una enseñanza de vida trascendental. Sin embargo, lo interesante no es tanto su desarrollo argumental como las verdades que, soterradas bajo la premisa del humor, exponen con crudeza las bajezas morales de la sociedad.
El humor huye del chiste fácil y logra crear comedia en la situación, en el choque de fuerzas y, sobre todo, en el patetismo que imprime Javier Gutiérrez
El menosprecio hacia los discapacitados, a menudo manifestado tanto en el trato despectivo como en tono condescendiente, articulan el verdadero conflicto de la historia. El protagonista, que comienza refiriéndose a ellos con términos despectivos como «subnormales» o «mongólicos», termina por ser testigo de cómo la propia sociedad ningunea, rechaza o explota a los discapacitados en el día a día al tiempo que se queda maravillado de la fuerza con la que ellos afrontan la vida, en muchos aspectos, con más «capacidad» que él.
El humor huye del chiste fácil y logra crear comedia en la situación, en el choque de fuerzas y, sobre todo, en el patetismo que imprime Javier Gutiérrez al personaje que interpreta en circunstancias en las que se enfrenta tanto al singular planteamiento del mundo que le proponen los discapacitados como en su relación con su madre o con la jueza que le sentencia a trabajos sociales.
La película, no obstante, no llega a ser redonda. Sobran del metraje abundantes escenas dramáticas encaminadas únicamente a enternecer al espectador con instantes alejados de la premisa principal. Igualmente, el relato se vuelve a menudo sobreexplicativo, con exceso de diálogos que redundan con palabras sobre escenas ya narradas con imágenes, o que simplemente verbalizan las conclusiones temáticas a las que el espectador ha llegado por sí mismo.
Con todo, se trata de un film necesario y acertado en su planteamiento.