En 1984, el director de cine Ivan Reitman llevaba a la gran pantalla un guion escrito por los comediantes Dan Aykroyd y Harold Ramis. La película, que contaba con los guionistas como intérpretes, se alzó como un éxito a nivel mundial, generando una secuela y un ejército de fans. Ahora, casi cuarenta años después, el hijo de Reitman se lanza a escribir y dirigir una película que no solo sirve de homenaje a su padre, también está dedicada a la memoria de Harold Ramis, fallecido en 2014.



Tras heredar la granja de su esquivo abuelo, la familia Spengler se muda al Medio Oeste a vivir a un pueblecito con pocas prospectivas de futuro. Madre soltera, la cabeza de familia guarda un profundo resentimiento hacia su padre, que abandonó a su prole en su niñez. Ahora ella está tratando de sacar adelante a un adolescente enamoradizo y a una pequeña científica de once años que ha heredado la miopía y el intelecto de su abuelo. Porque su abuelo no es otro que Egon Spengler, el mítico cazafantasma que libró a Nueva York de un ataque de entes paranormales allá por el 84.
Compuesta única y exclusivamente para satisfacción de los fans y los cuarentones nostálgicos de la saga clásica, la película de Jason Reitman ignora deliberadamente la incursión en clave femenina que se hizo hace algunos años. Teje una historia en apariencia sencilla, descargando la mayor parte del protagonismo en la nieta del científico que poco a poco descubre, además de la presencia de los fantasmas, los motivos reales que movieron a su abuelo a mudarse a una granja perdida en mitad de ninguna parte, abandonando a familias y amigos.
El problema es que la obra antepone la satisfacción del fan y el homenaje al propio relato. Las incongruencias abundan durante todo el metraje, no ya con respecto a la historia en relación con su antecedente, sino en la película en sí misma. Hay personajes que desaparecen de las escenas sin explicación; otros que carecen por completo de motivación alguna; otros que sencillamente están presentes para servir de cameo. La historia fantasmal no se sostiene en absoluto, y además resulta muy gratuita su presentación tras cuatro décadas en las que se supone que la pandilla de cazafantasmas original no ha colaborado con el gran proyecto del líder del grupo.
Como punto positivo, la acción y la comedia. La simpatía, tanto de la niña protagonista como de su compañero de aventuras consigue arrancar la carcajada en más de una ocasión. El tono recupera el de las historias de aventuras infantiles clásicas, y la nostalgia, a pesar de todo, está bien dosificada.