


El sadomasoquismo encierra en sí mismo una paradoja: el sometimiento de los amantes en los actos de dominación sexual parten —al menos así dicta la teoría— de la más rotunda de las libertades. La tercera y última entrega de la saga iniciada por Cincuenta sombras de Grey encierra otra similar: bajo la aparente capa de liberalización de las conductas sexuales se esconde un relato eminentemente moralista, retrógrado y, en suma, mogigato.
Tras la tormentosa relación de la primera y los dimes y diretes de la segunda, la pareja formada por Christian Grey y Anastasia Steele se dan el sí quiero definitivamente al comienzo de Cincuenta sombras liberadas, para, a continuación, lanzarse a una luna de miel por los rincones más estilosos de Europa. De regreso, ella vuelve a su trabajo convertida en la señora del jefe de su jefe, y esto se traduce en un mayor despacho redecorado según la dictadura del lujo que le corresponde. Él, por su parte, vuelve a hacer lo que quiera que sea que haga para ganarse la vida —nunca se muestra de manera explícita—, si bien queda claro que su trabajo le deja tiempo para disfrutar de las escapadas de fin de semana a la sierra, el lago, la montaña… o lanzarse a temerarios paseos a bordo de su Audi R8 —unos 200.000 euros de coche—. No obstante, dos problemas irrumpen en el bienestar de la pareja. Primero, los celos y la negativa de Mr. Grey a tener hijos. Segundo, el acoso de un peligroso psicópata que pretende vengarse de Anastasia al sentirse despechado. En medio de todo esto, los recién casados darán rienda suelta a su lubricidad siempre que tienen ocasión, si bien es destacable que el «cuarto de juegos» parecen haberlo reservado ya solo para ocasiones especiales.
Adaptación de la tercera novela de E.L. James a cargo de su marido, que firma el guión, no termina de encontrar el tono en el que quiere desarrollarse.
El filme, adaptación de la tercera novela de E.L. James a cargo de su marido, que firma el guión, no termina de encontrar el tono en el que quiere desarrollarse. En unos momentos parece un thriller, en otros un drama conyugal, y en otros un videoclip de música pop. En todo caso, en ninguna de estas facetas presenta suficiente entidad. El thriller, que se desenvuelve sobre la incongruencia, se solventa con una facilidad sonrojante; el drama conyugal, que se construye a base de afrentas de romance adolescente, se sublima en el éxtasis de la edulcoración marital —y familiar—; y los videoclips musicales, sencillamente, parecen todos el mismo.
No obstante, ninguna saga llega a tener terceras partes sin el apoyo masivo del público. El filme ya ha destronado en taquilla a los éxitos navideños, y hay que reconocerle al menos el esfuerzo de tratar de sacar ápices de emoción a la que probablemente sea la pareja de intérpretes con menos química de la historia del cine.