


El pequeño Miguel Rivera quiere ser cantante igual que su ídolo, Ernesto de la Cruz. Cada día trabaja como limpiabotas en la plaza donde está el mausoleo del famoso mariachi, muerto años atrás. Allí tienen, sobre su tumba, la guitarra original que él siempre tocaba. Miguel la admira con reverencia soñando con ser tan famoso como él. Por ello, cuando se convoca un festival de talentos durante el Día de Muertos, el pequeño atisba su oportunidad.
Pero Miguel tiene un problema: la música es proscrita en su familia. Desde que el padre de su bisabuela, la centenaria Coco, abandonase a su familia para seguir su carrera en el mundo de la canción no hay melodía que esté permitida en su casa. La músico-fobia es tal que, cuando la matriarca del clan familiar descubre las aspiraciones de Miguel en el concurso de talentos, le rompe en sus narices la guitarra que se había construido a escondidas.
Pero el pequeño está resuelto a cumplir su sueño y no duda en escaparse de casa para perseguir sus aspiraciones. Está decidido a participar en el concurso, por lo que no se lo piensa dos veces para conseguir un instrumento de reemplazo: aprovechando la vorágine del festejo se cuela en el mausoleo de su idolatrado Ernesto de la Cruz para robar la guitarra original de su tumba. No obstante, en el momento en que la toca, Miguel se ve transportado como por embrujo al mundo de los muertos. Para escapar de allí deberá recabar el perdón y conseguir la bendición de sus familiares fallecidos, si bien sabe que sólo uno de ellos aceptará su pasión por la música: su tatarabuelo perdido.
Fiel deudora de los logros de la factoría Pixar, esta nueva entrega mantiene el nivel acogiéndose a la fórmula que combina la peripecia épica y la bofetada emocional. La película sería una obra maestra si no tuviera tantos precedentes que lo han sido pues, en comparación con ellos, resulta predecible y hasta redundante. Sin embargo, esto no es óbice para que no se pueda disfrutar.
El engranaje narrativo se presenta perfectamente medido y compasado, con una musicalidad bien introducida y un tono maduro y lírico que supondrá para los niños una enseñanza vital y para los padres un revulsivo en las aurículas. Los gags y los elementos de humor transpiran una creatividad e inteligencia incuestionables, y la animación sorprende con su hiperrealista plasmación de un colorido y fosforescente purgatorio donde la auténtica muerte es el olvido.
Merece especial mención, igualmente, el respeto y documentación con que se presenta el folclore y la cultura mejicanas a partir de una visión despojada de prejuicios. Muy recomendable para niños y mayores.