


Si por algún azar recalase en el pueblecito isleño de Nantucket, en la costa de Massachusetts, no dude un solo instante y entre a visitar el Museo Ballenero. A lo largo del recorrido por el edificio, ubicado en una antigua fábrica de velas, encontrará ejemplares de toda la utilería empleada por los marineros para la caza de cetáceos: arpones, botes, diferentes tipos de cuerdas… todo acompañado por algún esqueleto real de ballena. No obstante, la exposición que llamará su atención de forma más imperiosa, pues estará promocionada en todos los carteles, será la dedicada a la tragedia del Essex, un ballenero que en 1820 fue atacado y hundido por un cachalote de enormes proporciones. ¿Le suena? En efecto, se trata del acontecimiento real que inspiró a Herman Melville su inmortal Moby-Dick y que ahora trae a la pantalla el director Ron Howard.
El hundimiento del Essex fue durante años, mucho antes de que llegara a oídos de Melville, un cuento de terror para marineros. No sólo resultaba estremecedor que en pleno siglo XIX un monstruo marino fuera capaz de desbaratar una embarcación moderna, su fatídico desenlace era suficiente para causar pesadillas al más cuerdo de los grumetes: los supervivientes del Essex terminaron echando a suertes quién se suicidaba para que el resto pudiera alimentarse con el cadáver. Melville obvió los detalles más truculentos en su adaptación en la ficción literaria, pero Howard los ha querido respetar.
Porque, principalmente, En el corazón del mar es una película que aspira a ser una recreación documental elaborada a partir de los estudios del historiador Nathaniel Philbrick. La narración en el filme se justifica en el relato tramposo de Thomas Nickerson (Brendan Gleeson), grumete superviviente de la tragedia original, que le cuenta a un joven Melville lo sucedido para que escriba su novela.
Supondrá una decepción, eso sí, para quien entre en la sala esperando encontrar la más remota sombra del capitán Ahab
La trampa está en su omnisciencia: el grumete, en su narración, no escatima detalle, describiendo incluso las conversaciones y rencillas entre los miembros de la tripulación cuando él no estaba presente. No obstante, dejando aparte esta licencia, la película se disfruta igual a pesar de lo evidente de los planos digitales. La interpretación de todo el elenco es correcta, la sucesión de los acontecimientos se presenta interesante, y el desarrollo del relato cierra las costuras de todas las tramas abiertas.
Supondrá una decepción, eso sí, para quien entre en la sala esperando encontrar la más remota sombra del capitán Ahab, del doblón de oro clavado en el trinquete, o de la persecución de la ballena blanca más allá de la cordura y el aliento.