Poco antes de que su madre lo asesinara, el niño empezó a comerse una papelera de plástico. Estamos en un futuro no muy lejano, y los cuerpos se han ido adaptando al cambio climático desarrollando nuevos órganos, combatiendo nuevas infecciones y respondiendo de forma diferente a los estímulos. Ya nadie siente dolor ni sufre infecciones, por ello autolesionarse o someterse a operaciones quirúrgicas se ha convertido en una nueva forma de placer.



En este contexto, Saul Tenser (Viggo Mortensen) y su compañera Caprice (Léa Seydoux) han hecho carrera realizando performances artísticas. Él genera nuevos órganos involuntariamente; ella los tatúa en el interior de su cuerpo y luego se los extirpa. Su fama no para de crecer, por ello un grupo contestatario quiere aprovecharla para que Saul muestre al mundo el cadáver del niño comedor de plástico, desvelando así la siguiente fase de la evolución humana.
Si algo caracteriza el cine de Cronenberg es su obsesión por las transformaciones y la evolución corporal y psíquica. En su filmografía conviven títulos como Vinieron de dentro de, Rabia, La mosca o Crash, donde ha explorado temas como el sexo, la transformación identitaria o la prefiguración de la “nueva carne”, mezcla entre biología y tecnología. En su último cortometraje, The Nest, elaborado con motivo de la exposición del EYE Film Institute de Amsterdam sobre el director, una mujer quiere hacerse una mastectomía pues piensa que tiene un nido de insectos en su pecho. En su última obra, el director regresa a su ámbito de preferencia.
Crímenes del futuro se configura, no obstante, como una especie de thriller negro. El protagonista, además de ser el artista corporal que genera órganos nuevos, trabaja como una suerte de agente doble para una entidad que busca proteger al ser humano “tradicional” de las nuevas mutaciones que amenacen la especie. Sin embargo, su propuesta se queda a medio gas.
Los personajes, más que sujetos, parecen meros observadores del conjunto de aberraciones sexuales y corporales que tienen lugar en la pantalla. Aunque hay villanos armados con taladros, la sensación de peligro es nimia, y el desarrollo de la trama resulta lento y mucho menos interesante que el planteamiento de los temas teóricos que aborda la película.
Pese a todo, la obra tiene una fotografía que resulta embriagadora, y el director logra crear un ambiente inquietante y perturbador con imágenes que, sin pretender ser provocadoras o escandalosas, ponen en cuestión los planteamientos actuales sobre la belleza, la identidad o el control sobre el propio cuerpo.