Estella es una niña prodigio que, aparentemente, tiene un problema de personalidad. Al igual que su pelo bicolor, ella posee dos temperamentos contrapuestos: por un lado, puede ser dulce, simpática y obediente; por otro, puede ser, sencillamente, una niña traviesa. Su madre bautiza a su lado díscolo con el apelativo de Cruella, y le pide que trate de contenerlo, que trate de ser siempre la niña buena. Y ella lo intenta, pero resulta complicado en un estricto colegio inglés.



No tarda en ser expulsada. Su madre, por tanto, decide llevársela a la gran ciudad y buscar una vida diferente, pero para ello necesita ayuda económica. Acude a una vieja amiga, una baronesa dueña de una firma de alta costura. En su mansión, la pequeña descubre una vocación que no sabía que tenía: quiere dedicarse a la moda. Sin embargo, ella misma provoca un accidente que ocasiona una tragedia: los feroces dálmatas guardianes de la baronesa atacan por su culpa a su madre, dejándola huérfana.
Estella se verá sola y perdida en el Londres de los años sesenta. Entablará amistad con otros dos huérfanos que la instruyen en el negocio de lo ajeno mientras ella aprovecha sus habilidades con la máquina de coser para elaborar disfraces que les ayuden en sus pequeños golpes. No obstante, un giro de la fortuna le permite empezar a trabajar de forma honrada en la misma casa de modas de la baronesa. Su sueño de ser modista se ve cada instante más cerca. Pero ella sigue teniendo su lado de Cruella reprimido, y será inevitable que salga a la luz cuando empiece a descubrir la verdad oculta de la casa de modas donde trabaja.
Una película Disney que abraza la rebeldía del punk londinense de forma tan explícita y que además está trufada de temazos musicales del rock de los setenta
La Cruella de acción real nace con la difícil pretensión de lograr dar un fondo humano a la archiconocida villana de los 101 Dálmatas. Para ello, se vale del recurso de la empatía, de la tragedia familiar, del rostro hiperexpresivo de Emma Stone… pero, sobre todo, de una técnica infalible para hacer bueno a cualquier personaje oscuro: contraponerlo a un villano peor. Así, Cruella nace, como el Joker de Todd Phillips, no por derecho propio sino por oposición a la vileza de un ser externo que, de algún modo, ha tratado de evadir sus responsabilidades para beneficiarse de la desgracia de los demás, y que personifica con maestría la inigualable Emma Thompson.
La trama resulta floja y la premisa es muy endeble —empezando por los “feroces” dálmatas—, pero resulta imposible no disfrutar una película Disney que abraza la rebeldía del punk londinense de forma tan explícita y que además está trufada de temazos musicales del rock de los setenta. Solo por eso ya merece la pena verla con el sonido de la sala de cine.