Pocas cosas hay tan complicadas y a la vez tan sencillas de explicar como el concepto multiverso. Por un lado, la palabreja se refiere a una idea compleja del ámbito de la física teórica y la cosmología que tiene lazos con otras muchas ramas del conocimiento, incluyendo la religión. Por otro lado, en el ámbito narrativo del cine y los cómics, se trata de la existencia de realidades paralelas que replican, con más o menos exactitud, la propia. Es decir, una artimaña.



Porque un multiverso sirve para volver a contar lo ya contado; para insuflar nueva vida a historias ya agotadas; para justificar cameos, deux ex machinas, arbitrariedades de toda índole e incongruencias de todo pelaje. Y cuando el multiverso, además, es “de la locura”, pues queda claro que se circunscribe, sencillamente a la política del “todo vale”.
El Universo Cinematográfico de Marvel hace tiempo que se plegó a esa consigna. Mezclar decenas de narrativas bajo un paraguas común, y hacerlo con éxito y, más importante, coherencia, puede ser sostenible durante un tiempo, pero no para siempre. Los platillos empiezan a perder el equilibrio en el número circense y para mantenerlos girando se tiene que acudir, por fuerza, a trampas que van más allá del incuestionable talento de sus responsables.
La nueva entrega del Doctor Extraño juega al todo y la nada; a explotar en su complejidad las normas no escritas del multiverso tratando de hacer creer a los espectadores que siempre han estado ahí. De nuevo, para salvar al mundo del cataclismo, el protagonista deberá cuestionar la existencia misma del propio cataclismo. O del propio mundo. Una pamplina.
Afortunadamente, en medio de la locura del director Sam Raimi —un homenaje en sí mismo— surge un personaje al que poder agarrarse y al que se puede entender. La actriz Elizabeth Olsen, contra todo pronóstico, da vida al probablemente más complejo —y más interesante— de todos los Vengadores que han pisado por la antología cinematográfica de Marvel. Ella, que comenzó como villana arrepentida y personaje secundaria con escaso protagonismo, después de su paso televisivo por la serie Wandavisión se ha convertido en una heroína/villana con trasfondo, con profundidad y con motivaciones entendibles. Ella, que quizá sea el personaje más enloquecido del argumento, es precisamente la que pone más sentido en medio de la locura del multiverso de esta película. Y ella es la que, en realidad, merece el visionado de la obra, preferiblemente tras acudir a la serie previa.