


«El resplandor» es una especie de superpoder. Quienes lo poseen pueden desarrollar diversas habilidades, como la capacidad de predecir el futuro o de leer la mente de los demás. Fue, de hecho, lo que permitió al pequeño Danny Torrance librarse de una muerte segura a manos de su enloquecido padre, interpretado por el siempre carismático Jack Nicholson en la famosa película de Stanley Kubrick.
Doctor Sueño retoma el relato donde se quedó en el clásico de terror para mostrar a un Danny Torrance maduro, alcohólico y atormentado por los fantasmas del Hotel Overlook que desean absorber de alguna forma su energía mágica. Porque «el resplandor» es un bien apetecible para quienes son capaces de rastrearlo y, de hecho, existen incluso cuadrillas de «vampiros» dispuestos a todo por conseguir un chute extraído directamente de quienes resplandecen.
Por ello, cuando una niña cercana a Torrance empieza a sufrir la persecución de estos vampiros de «resplandor», el protagonista se verá obligado a socorrerla. Pero para lograrlo deberá poner en práctica sus propios poderes, los cuales ha estado tratando de olvidar durante toda su existencia, y enfrentarse a sus propios fantasmas, incluido su padre.
Desarrollada a la sombra del maestro Kubrick, la película de Mike Flanagan bebe directamente y sin descaro de la obra precedente para construir, con el aval del autor de la novela —que siempre ha odiado la versión del cineasta neoyorquino—, una obra solvente e interesante. La trama está bien llevada a lo largo de las dos horas y media de metraje, y el resultado es satisfactorio en líneas generales.
No obstante, queda siempre la duda de si la enjundia de esta entrega no está más en los préstamos que extrae de la pieza de Kubrick que en su propia partitura. Lo cierto es que, aunque la premisa resulta de lo más interesante, la historia resuena por completo verbalizada, llegando en ocasiones a un exceso de explicación sonrojante; la trama se torna predecible hasta el punto de poder prever el final desde apenas la mitad de la película; y la ausencia de peligro resta interés, en general, a toda la obra, disolviéndose por completo el terror al mostrar a unos villanos de torpeza irrisoria y a unas víctimas en absoluto vulnerables.
Con todo, no cabe duda de que la fuerza de las ya icónicas imágenes de los pasillos del hotel, del laberinto helado de su entrada, o los planos aéreos que circundan sus proximidades enmarcados bajo los acordes de la Sinfonía Fantástica de Berlioz harán las delicias de los fans de la obra original, cuya esencia no solo se respeta sino que se magnifica.