


La cadena TNT ha dado luz verde al proyecto El ángel de la oscuridad, adaptación de la obra de Caleb Carr y continuación de El Alienista. Con este movimiento todo parece indicar que, al menos en términos comerciales, los responsables de la primera temporada de la serie han quedado satisfechos con el resultado. El resto de los telespectadores, en cambio, quizá no lo estén tanto.
El Alienista es una de tantas historias de crímenes protagonizadas por el clásico profiler a la caza del asesino serial, como True Detective, como Mindhunter, como Ripper Street… entre otras muchas. No obstante, presenta algunas particularidades que la hacen ligeramente diferente: en primer lugar, su ambientación y ubicación en el Nueva York decimonónico finisecular; en segundo lugar, la cuadrilla investigadora; y, en tercer lugar, lo poco habitual y novedoso de las víctimas del asesino.
La ambientación
El Nueva York de finales del XIX —probablemente como cualquier otra ciudad de finales del XIX— propone un entorno interesante cargado de conflictos de clase y raza; pugna entre ley civil y natural; incipientes avances tecnológicos que se adivinan revolucionarios; y un crisol de dogmas y tradiciones que ha sido retratado, y con maestría, en otros títulos como The Knick. La ciencia forense está todavía en pañales; los métodos policiales se circunscriben al ámbito de la fuerza bruta, y el rol de los psiquiatras y psicólogos en la investigación criminal todavía no se ha inventado, por lo que el alienista —que es una suerte de antecesor de los profesionales de la salud mental— encuentra de entrada las miradas despectivas y reticentes del cuerpo de policía de la ciudad.
La ambientación de la serie obra una auténtica maravilla en este sentido. Rodada en Budapest, la diseñadora de producción Mara LePere-Schloop —colaboradora habitual del productor Cary Joji Fukunaga y responsable, entre otros, del laberíntico entorno íntimo del villano de Múltiple (M. Night Shyamalan, 2016)— logró aprovechar los interiores de diversos edificios históricos, así como recrear un set de enormes proporciones para dar vida y luz con realismo al Nueva York de 1890, lo que ha evitado previsiblemente el abuso de cromas y otros falseamientos.
El equipo
La segunda particularidad destacable de la serie es su protagonismo. A la labor del doctor-alienista Laszlo Kreizler hay que sumar una desvencijada cuadrilla conformada por un dibujante alcohólico y putero del New York Times; una secretaria de la comisaría de policía que dirige el futuro presidente Theodore Roosevelt —la primera mujer en un puesto así—; y dos médicos de origen judío poco o nada respetados en el ámbito de la apenas existente investigación forense.
Los intérpretes se muestran solventes en estos roles. Especialmente Luke Evans y Dakota Fanning, que aportan entereza, presencia y carácter a sus papeles y que terminan por eclipsar a un sobreactuado Daniel Brühl, quizá de apariencia demasiado juvenil para el rol protagónico. El trasfondo de cada uno de ellos enriquece el relato con temas tangenciales a la historia principal, como el rol de la mujer en el ámbito profesional y en sociedad, o la importancia de la posición social y la reputación en el opresivo entorno finisecular.
Las víctimas
En tercer lugar, las víctimas del asesino en serie que persiguen durante la primera temporada de diez episodios suponen también una novedad, aunque solo a medias. El género de los serial killers, tanto en su vertiente cinematográfica como televisiva, nos tiene acostumbrados a la victimización femenina. Es habitual que sean mujeres jóvenes quienes sucumban a la cruenta acción de los destripadores ficcionales mientras los investigadores masculinos tratan de dar caza al monstruo. En esta ocasión, en cambio, las víctimas son niños varones, si bien con una particularidad: todos ejercen la prostitución travestidos.
De este modo, El Alienista se adentra en un terreno tan turbio y grotesco como inexplorado. El recorrido que nos proponen los directores Jakob Verbruggen, Jamie Payne, James Hawes o el español Paco Cabezas por el Nueva York decimonónico va desde las suntuosas mansiones de clase alta —interesante la participación de Sean Young en este ámbito— hasta los burdeles clandestinos de los arrabales, donde vemos como los niños vestidos con ropas y maquillaje femeninos se ofrecen a los pederastas que frecuentan tales lugares, y que son tanto rufianes como caballeros de noble cuna.
Los problemas
Ahora bien, la serie, a pesar de estos ingredientes, presenta no pocos problemas. A la ya citada sobreactuación del protagonista hay que unir todo un elenco de secundarios tan planos y arquetípicos que conforman en conjunto un enorme y aburridísimo cliché. La deriva de las situaciones, además de predecible, queda verbalizada en exceso, especialmente la referente al vínculo romántico entre los integrantes del elenco principal. Y la presentación estética de los acontecimientos cae en el morbo gratuito, recreándose en la truculencia —cadáveres de niños con los ojos arrancados— y lo sangriento, como si la pátina de la ambientación de época fuera un salvoconducto para el gore.
Según se ha conocido, más que una segunda temporada, la adaptación de la segunda novela, que llegará probablemente en 2019, seguirá una tesitura distinta —la llaman «secuela»—, aunque con la misma terna de protagonistas y, probablemente, la misma ambientación. Vinculado al proyecto, de nuevo, Cary Joji Fukunaga, pero muy de lejos —producción ejecutiva— y sin que quede claro si finalmente dirigirá algún episodio.