


Un asesino en serie anda suelto por Madrid. Ataca entre las viviendas de la clase alta de la ciudad, siempre recreando con los cadáveres extraños retablos que recuerdan a grabados de Goya. Apenas deja rastro ni pistas tras de sí, y poco a poco está sembrando el pánico gracias a la cobertura amarillista de los medios y los intereses electoralistas de la clase política. Encargadas de darle caza están las inspectoras Carmen Cobos (Maribel Verdú) y Eva González (Aura Garrido), ambas tenaces y profesionales pero que, por desgracia, se llevan a mal traer dado lo opuesto de sus respectivos temperamentos: la primera es borde, seca, solitaria e individualista… y parece arrastrar consigo algún trauma relacionado con la maternidad; la segunda es una madre de dos niños pequeños que compagina el trabajo con las responsabilidades familiares. La única manera de atrapar al criminal será lograr un entendimiento entre ellas, algo que se entrevé del todo imposible.
Bajo la batuta de Gerardo Herrero, y con guion de Ángela Armero, El asesino de los caprichos no resulta especialmente innovador en el género policiaco. Tanto su premisa como los fundamentos de su narración recuerdan a obras ya vistas en múltiples ocasiones. La trama de intriga apenas puede combatir con la experiencia del espectador en este tipo de filmes, y los acontecimientos delictivos se ven eclipsados por los conflictos interiores de las mujeres protagonistas resultando, finalmente, mucho más interesante lo que queda en off que lo que se termina contando en pantalla.
No ayuda tampoco una dirección un tanto atropellada que apenas deja tiempo para conocer a las investigadoras ni para empatizar con las víctimas. Su desarrollo va de lo truculento de los crímenes a lo frío de la relación entre ambas mujeres y su difícil compenetración, dejando en el tintero las pistas y elucubraciones que suelen conformar el punto de interés de este tipo de obras. Como resultado, la resolución se antoja sobrevenida y poco explicada para una trama que navega en torno a un relato donde el peligro se mide más por los vaivenes de la jefa al volante que por las acciones del criminal.
Tampoco ayuda la vertiente estética del film, que parece haber sido rodado casi en su totalidad valiéndose de cromas y fondos verdes incrustados con poco tacto y bastante prisa, y que apenas logran enmarcar un trabajo bastante loable de interpretación por parte de las actrices.
En definitiva, se trata de una película sin demasiada fuerza pero que se deja ver, y que puede resultar de interés a quien sea fan de las historias de misterio con asesinatos imaginativos.