


Colaboración para Nosoprano.org
(César Brito)
Esta película de Netflix, dirigida y guionizada por Vince Gilligan, creador de Breaking Bad, es a partes iguales un fan service y un merecido punto y final para uno de los mejores personajes de esta antológica serie, de la que se reconoce orgullosa como un subproducto. Y ojalá sea solo eso.
Déjenme decirles algo: para mí Breaking Bad es la mejor serie televisiva de la historia. Al menos es la que más me ha impactado, hasta ahora. No había estado tan enganchado en mi vida a un producto audiovisual. Y ninguna evolución de personajes — en plural — me había cautivado hasta ese extremo.
Por eso, el final que se le dio a uno de mis personajes favoritos — Jesse Pinkman — me pareció algo «incompleto», a pesar de ser perfectamente consistente y adecuado para la trama. En El Camino Gilligan rescata a Pinkman, además de a otros míticos personajes de la serie que le da sentido, para explorar un poco más qué ocurrió con él, justo después del último capítulo de la última temporada de Breaking Bad.
Estas dos horas de metraje bien podrían haber sido un par de capítulos más de la serie, en ese desenlace tan apoteósico desde el punto de vista dramático. Pero habrían malogrado el clímax de la finale. Y El Camino se debe casi única y exclusivamente a Pinkman/Paul, explora sus demonios a través de sucesivos flashbacks y también rellena algún hueco que otro en lo tocante a sus relaciones basales con aquellos personajes que lo han convertido en quien es — para mí el auténtico protagonista, casi por encima del propio Walter White —.
A pesar del tiempo transcurrido desde el estreno de la última temporada de Breaking Bad (2013), El Camino conserva toda su tensión y se mantiene fresca. Gran parte del mérito lo tiene Aaron Paul, quien parece haber abandonado el set de rodaje de la serie apenas hace una semana. Evidentemente, también Gilligan, que no ha dejado en otras manos que no fueran las suyas a «su bebé».
Sin injerencias externas y con pleno conocimiento de los ingredientes de la receta y las materias primas con las que jugar, tanto el equipo responsable de la producción como el potencial público van «a favor de obra». Se disfrutará doblemente, si se ha visto Breaking Bad y quizás pierda algo (el 90%) de punch, sin ese background previo. De otro modo no creo que la aparición de Bryan Cranston, a pesar de su brevedad, consiga cortarte la respiración — puedo jurar que esto sucedió, realmente —.
Lo que más me preocupa es que algo tan redondo, tan magníficamente escrito y filmado pueda malograrse con esta tendencia tan actual de hacer reboots y relanzamientos de personajes y productos. Ya hay quien se cuestiona si El Camino es una película para seguidores, sin más, o es el modo de situar al personaje principal en la línea de salida para unas hipotéticas Aventuras de Jesse Pinkman. Que Dios y Heissenberg no lo permitan. Tanto Breaking Bad como El Camino ya son perfectas, tal cual están.