Una joven pareja se muda al lugar de trabajo de él. Estrenan apartamento en un barrio de alguna ciudad de Rumanía. Aunque ambos son norteamericanos, él tiene ascendencia de allí y domina el idioma. Ella, en cambio, no. Quiere aprender rumano, y adaptarse a las costumbres y tradiciones de su prometido, y por eso asume que habrá cosas a las que no estará acostumbrada. Como por ejemplo vivir en un apartamento de grandes ventanales sin cortinas ni persianas.



Parece un barrio tranquilo. Humilde, pero tranquilo. Solo hay una cosa que la inquieta, además de defenderse en el idioma: una misteriosa figura les observa desde la ventana de un apartamento en el edificio de enfrente. Un hombre, parece. Ella no sabría bien identificarle. Tiene un corte de pelo tipo casco y mira impasible desde su ventana. Siempre está mirando. Siempre. No tardan en poner cortinas.
Una mujer ha muerto en el barrio. Asesinada. Dicen que le han cortado la cabeza. Resulta que no es la primera. Parece obra de un asesino en serie. Y el hombre de la ventana sigue mirando. La prometida empieza a tener miedo. ¿Será el hombre que les mira el asesino? ¿Por qué no para de mirarles? Su futuro esposo pasa el día fuera, trabajando, y ella está sola en casa frente a esos grandes ventanales. Sale a la compra y al cine. Tiene que distraerse, y defenderse en la nueva lengua. Pero el vigilante parece estar siguiéndola.
En un supermercado lo ve de frente y le da un ataque de pánico. Rompe algunas cosas y sale corriendo por la puerta de atrás. Luego vuelve, con su marido, para ver las cámaras de seguridad. Quiere saber si este hombre realmente la está siguiendo. Si es un acosador. Pero no hay forma de saberlo. Él está allí, sí, y pasa por donde pasa ella, pero solo está haciendo la compra. ¿Quién puede saber si está siguiéndola o solo son vecinos de barrio comprando en el mismo lugar? ¿Se lo estará imaginando todo ella? Ella cree que corre peligro, pero parece que nadie más opina igual.
La directora Chloe Okuno teje una película de terror psicológico que pone el énfasis en cómo la violencia sexual contra las mujeres es a menudo minimizada o cuestionada. Algo a la vez tan agresivo y tan inocuo como una mirada sirve de pilar para un relato bien hilado de tensión creciente. La perspectiva de la protagonista, vulnerable, en un país cuya lengua no conoce, y desoída tanto por las autoridades como por su propia pareja, nunca es abandonada. El espectador se siente igualmente observado y amenazado por una figura ominosa que, en realidad, no parece hacer nada más que mirar por su ventana. Una ventana indiscreta.