Nicolas Cage es un género cinematográfico. El actor, conocido por su histrionismo y sus muecas exageradas, ganó el Óscar en 1996 por su papel en Leaving Las Vegas. Antes de eso ya tenía una carrera consolidada con títulos como Peggy Sue se casó (a las órdenes de su tío Francis Ford Coppola), Arizona Baby o Hechizo de luna. Sin embargo, en los noventa alcanzó la categoría de leyenda comercial con los taquillazos La Roca, Con Air y Cara a cara. Desde entonces, aunque su atractivo en taquilla ha ido decayendo, no ha parado. Ha encadenado hasta cuatro o cinco proyectos cinematográficos por año. Su selección de trabajos no tiene filtro, desde cintas palomiteras y proyectos de blockbuster como la saga La Búsqueda o Ghost Ryder, hasta películas que se podrían categorizar como serie b o títulos indies como la próxima Pig. Su declive artístico es inversamente proporcional a sus deudas y a la legión de fans que lo encumbran internacionalmente.



Engrosan su leyenda las excentricidades de su vida privada, ampliamente conocidas por el gran público y que vienen a completar un perfil sin duda único. Además de escaparse de un rodaje en Rumanía para pasar la noche en las ruinas del castillo de Vlad el Empalador, inspiración de Drácula, Cage tiene una colección de objetos de lo más ecléctica donde conviven el primer ejemplar de Action Comics con la presentación de Superman, un cráneo de tarbosaurus de 67 millones de años, y un meteorito.
Por todo ello, el actor ha alcanzado ese aura de mito viviente que impide a ningún personaje hacerle sombra. Toda película en la que aparece es “una película de Nicolas Cage”, incluso aunque no sea el protagonista. De ahí que, probablemente, él mismo se haya convertido en un personaje; un ser que ha trascendido los límites humanos para pasar a pertenecer al mundo de la ficción. Y quizá se trate del personaje que cualquier actor desearía interpretar.
Sin embargo, en un nuevo paso en el camino ascendente hacia la genialidad, el actor que ha terminado interpretando al personaje de Nicolas Cage es, precisamente, Nicolas Cage.
El insoportable peso de un talento descomunal es una comedia gamberra, con poco sentido y poca lógica, rodada en Croacia pero ambientada en Mallorca, con un plantel que incluye a Pedro Pascal, Neil Patrick Harris y Paco León. Su trama no tiene demasiado sentido ni tampoco lo necesita, pues, sencillamente, es una parodia. Una parodia de la vida y del cine; de los éxitos de taquilla o las bajezas del estrellato. Una bufonada que tiene en Nicolas Cage, en la metanarrativa y en los homenajes visuales a su carrera, su único y principal sustento.