


Tras más de una década trabajando en la misma compañía, el antiguo policía y ahora vendedor de seguros Michael MacCauley es despedido de su trabajo. Sexagenario y con varias hipotecas a sus espaldas, el futuro se presenta incierto para él y su familia, cuyo hijo menor está a punto de comenzar la universidad. Por ello, cuando una desconocida se le acerca en el cercanías que le lleva a casa —el mismo de cada día— y le ofrece una sustancial suma de dinero por hacer un pequeño y sencillo trabajo, el recién despedido acepta de primeras. El requerimiento es simple para alguien como él: sólo tiene que identificar un pasajero que no sea de los habituales del trayecto y que lleve una bolsa sospechosa.
Sin embargo, aunque el juego se antoja entretenido al comienzo, pues después de tantos años ha terminado por conocer al menos de vista a todos los regulares, pronto se descubre la vileza de los villanos: aquél a quien señale MacCauley será asesinado antes de que el tren llegue a su destino. De no cumplir su encomienda, por supuesto, el destino fatal recaerá sobre su familia.
Jaume Collet-Serra firma su cuarta película junto al afamado actor Liam Neeson siguiendo un poco el patrón de todas las anteriores, la misma fórmula: thriller, misterio, acción… un protagonista que aparenta ser alguien del montón pero que esconde bajo la manga la carta de unas habilidades extraordinarias recuerdo de su vida pasada, y el suspense derivado de la cuenta atrás que ocasiona, en esta ocasión, cada una de las paradas por las que va pasando el tren de la muerte.
Sorprende, no obstante, el interés estético de la obra. No solo las escenas de acción están coreografiadas sobre la base de la acción espectacular —jugando incluso con planos secuencia virados sobre el truco de las distintas focales—, sino que también se denota un interés estilístico más allá de lo esperable dentro de este subgénero tan poco dado a las florituras. Sirva de ejemplo la sorprendente secuencia de montaje inicial, donde a intervalos se nos narra por un lado la rutina habitual de nuestro protagonista al tiempo que se pone al espectador sobre aviso de los problemas económicos y el desembolso que va a suponer el acceso del único hijo a la universidad.
Ahora bien, aunque la película es disfrutable dentro de su subgénero, la lógica de las acciones no aguanta un razonamiento pausado; los villanos son tan omnipotentes que suenan a sortilegio; los giros tan estrambóticos como predecibles y el misterio, único aval del interés del espectador, se difumina conforme el metraje va pasando de la intriga a la acción por la acción.