Nadie podía esperarse que el ranchero George Burbank terminara casándose con la viuda Rose. Nadie, especialmente su hermano Phil. De hecho, Phil desprecia abiertamente a su nueva cuñada, que se ha ido a vivir a la casa familiar. No solo a ella, también al hijo que la acompaña de su anterior matrimonio, y que a todas luces parece que es gay, algo que Phil no tolera.



Phil se encierra en su habitación, se encarga de sus tareas con respecto al ganado durante el día y, de vez en cuando, se da un baño en un recodo oculto del riachuelo (muy de vez en cuando). Su hermano siempre ha sido un hombre más aseado, más fino y, según parece, mejor educado. Al poco de casarse invita al gobernador a cenar. Tiene aspiraciones sociales y sabe, o intuye, que los tiempos del salvaje Oeste se han terminado. Incluso va por ahí en un automóvil.
Phil no lo soporta. Se ha acostumbrado a una forma de vida que ya no existe. Se pasa las horas curtiendo pieles como le enseñó a hacer su amigo Bronco Henry, cuya silla de montar conserva como un altar, solo para luego quemarlas todas en un cataclismo de rabia y odio. Su ira, a menudo descontrolada, suele estallar contra Rose cada vez que se cruzan por el rancho, ocasionándole a ella un maltrato emocional que empieza a hacerle mella. Phil es un salvaje y quiere seguir siéndolo. De hecho, ni siquiera se lavó cuando fue a cenar el gobernador y su señora.
No obstante, si con alguien quería hablar el gobernador era precisamente con Phil. Phil el sucio y repugnante vaquero, que resulta haber sido formado en filosofía y letras en las universidades del Este; Phil el rudo que de vez en cuando entona una cita en latín; Phil el iracundo e insoportable, que oculta, en su lugar secreto del riachuelo, una caja llena de recuerdos de amor.
Jane Campion, ganadora del Óscar por El Piano y primera mujer triunfadora en Cannes, relata una historia profunda, cruda y sorprendente. Adscrita con todas las marcas a su género, El poder del perro es un western nunca antes visto. Sus personajes rezuman misterio y realidad por todos los costados, en parte por la maestría con que son llevados por Benedict Cumberbatch, Jesse Plemons, Kirsten Dunst y el joven Kodi Smit-McPhee.
Estrenada en plataformas antes que en sala, probablemente muchos de los que estén leyendo esta crítica ya la conozcan o se hayan topado con su anuncio. Puede que incluso la hayan visto en la pequeña pantalla y hayan añorado la magia de la sala, pues con obras de este porte sin duda se echa de menos. Ahora hay una breve oportunidad. No conviene perderla.