Miley Cyrus se ha fumado un porro. Noticia de telediario. No es broma. Escándalo a nivel planetario.
Seguro que han visto la escena, porque no se habla de otra cosa —aunque ya la han censurado en EEUU—. Sube la Cyrus a recoger un premio, se saca un porro del bolso y lo enciende. Terremoto social. Fotos, revistas… uf. Twitter se ha quedado temblado del envite. Trending topic y tal, lo de siempre.
Por si acaban ustedes de salir del platillo volante les pongo al día: Miley Cyrus es una chavala que saltó a la fama hace varios años como estrella infantil de la Disney encarnando el personaje de Hanna Montana, tan admirado y querido por niños y mayores. Conforme fue creciendo, decidió dedicarse a la música y para eso algún avispado le recomendó que se desvinculase todo cuanto pudiera de su imagen de niña buena. Miley le ha tomado la palabra y ha iniciado una fase de despelote y provocación que está llenando páginas y páginas y post y post, como este mismo que están leyendo.
A ver, no es nada nuevo. Acuérdense de Britney, porque es el mismo caso: joven estrella de la factoría Disney que reniega de la inocencia. Está claro que la única manera de triunfar hoy día en el mundo de la música, sobre todo si no tienes el vozarrón de Adele, es llamar la atención. Miley, tal vez inspirada por el marrón que le cayó a Perez Hilton —ese filósofo— cuando colgó una foto de ella en la que se le veía media cacha sin ropa interior —siendo menor de edad—, ha descubierto que nada llama la atención tanto como el sexo. Así que, ni corta ni perezosa, se ha puesto a hacer campaña siguiendo un progresivo despelote: ha ensayado bailes obscenos, ha empezado a menear sus desnudeces vía twitter, y ha contratado los servicios del pornógrafo fotógrafo Terry Richardson que además de hacerle fotos subidas de tono se ha encargado de dirigir su famoso y premiado video —en el que baila desnuda sobre una bola de demolición— y donde mira a cámara con ojos llorosos plagiando homenajeando el que hiciera en su día la también polémica Sidnéad O’connor —con quien de hecho ha tenido sus más y sus menos la niña…—
Bueno, el caso es que… ¡me parece muy bien! Comprendo el personaje, comprendo el mundo en el que se mueve la industria y comprendo perfectamente la dinámica del marketing. Hagan ustedes sus números. Es una mala influencia para sus fans de Hanna Montana… pero su video va por 310.000.000 visitas. ¿A qué se dedica Miley, a la educación o a vender discos? Olvídense ya de Hanna. Ahora la niña juega en la liga de Metallica.
Lo que me cabrea y me enerva hasta el sarpullido no es que la Cyrus explote su sexualidad —como casi todos antes que ella, desde Elvis hasta Madonna—. Lo me enerva es que nos hayamos vuelto de pronto el colmo del puritanismo. Miley se fuma un porro en el escenario: escándalo a nivel mundial. Qué barbaridad. Portadas, noticias y corrillos por algo que hacía Bob Marley varias veces por actuación.
¿Qué nos ha pasado? De pronto nos escandaliza una jovencita fumando marihuana. A nosotros, que hemos conocido a David Bowie en su buena época, cuando sólo se alimentaba de leche y cocaína; a nosotros, que hemos vociferado al son de gente sana como Sid Vicious, John Belushi, Janis Joplin o Jimmy Hendrix; a nosotros, que sabíamos el verdadero motivo de por qué en los conciertos de The Doors los instrumentales duraban lo que duraban. ¿Acaso no nos ha enseñado nada Nirvana?
Hubo una época en que para provocar al personal había que hacer cosas como quemar iglesias —Gorgoroth, años noventa—; romper fotografías del Papa en la tele —la propia O’Connor—; o encerrarte con tu pareja en la cama durante dos semanas —Lennon y Yoko Ono, en Amsterdam, precisamente—. ¿Qué nos ha pasado? ¿Por qué tanto alboroto? Un porro. Lady Gaga debe estar cabreadísima al ver que un porro desata más controversia que su vestido de carne cruda.
El quid de la cuestión creo que no está en nosotros, ni en Miley. Ni siquiera en los escandalizados fans. Me parece que el quid de la cuestión está en el concepto que tienen los medios actuales de lo que es o no noticiable. Ya, ya, ya sé, no se lleven las manos a la cabeza. Lo sé. Es Miley, es transgresor, es espectáculo, es audiencia, son lectores, hay anunciantes… Ya. Lo del numerito de siempre. Lo comprendo.
Pero miren: hace ya bastantes años, antes incluso de que Iggy Pop se lanzara como solista, dos señores serios llamados McCombs y Shaw hicieron un estudio que venía a decir algo así como que los medios de comunicación influyen sobremanera en la importancia que le damos a unos temas por encima de otros. Por tanto, si los medios hacen una bomba de algo que aparentemente no tiene mucha importancia, es probable que termine teniéndola. Y otra vez volvemos a la pregunta de la influencia, sí, la misma que le hacíamos a Miley: ¿están los medios para formar, informar y entretener… o están para vender publicidad?
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