


Cuando atraparon al asesino, los crímenes pararon. Había estado matando por parejas y dejando los cuerpos expuestos en una configuración siempre igual, uno al lado del otro, desnudos, con ramilletes de girasoles cubriéndoles la ingle. Variaban de edad de cinco en cinco años, siendo las primeras víctimas apenas niños pequeños. Vitoria vivía alarmada ante esta oleada de crímenes rituales que no parecían tener ningún sentido. Por ello, es lógico que la alarma social vuelva a extenderse por la ciudad ante la aparición de nuevos cadáveres en la misma posición, justo veinte años después de los primeros asesinatos, y en la víspera de que su autor, que cuenta con una legión de fans, salga de prisión cumplida su larga condena.
Los encargados de investigar esta nueva colección de asesinatos son Unai y Estíbaliz, expertos en perfiles psicológicos de la policía que además son de la ciudad, por lo que conocen bien el caso de hace veinte años. Sin embargo, en esta ocasión, el criminal contará con la alianza fortuita de las redes sociales, que entorpecerán la investigación hasta el punto de exponer públicamente a los propios detectives en un juego de gato y ratón donde no queda claro quién termina siendo quién.
Daniel Calparsoro lleva a la pantalla la adaptación de la novela de Eva García Sáenz de Urturi con el puntal de un reparto solvente y con el punto a favor de una factura visual interesante. La disposición del drama personal y las relaciones humanas se imbrica con el desglose de los asesinatos perpetrados por un criminal cuya identidad se conoce desde prácticamente el comienzo, posibilitando al espectador una doble perspectiva: la del villano en sus fechorías y la de los investigadores que tratan de darle caza.
No obstante, pese a lo jugoso de la premisa y lo potente de la producción, el encofrado de la historia se queda deslavazado y superficial. Abundan las situaciones inconexas; la alusión a personajes y contextos nunca explicados; las tramas sobreentendidas en marcos temporales diferentes al de la película… Da la impresión de que se ha confinado el entendimiento de la obra al interior de las tapas de la novela, de tal forma que solo aquellos que hayan degustado sus páginas puedan saborear todo el sentido de la pieza audiovisual y quienes no, sencillamente, se quedan en la inopia, con un asesino cuyas motivaciones no se comprenden y unos investigadores cuyas emociones siquiera se dibujan por encima.
Con todo y eso, se trata de una producción interesante de ver, compuesta con un ritmo y un tono lo suficientemente atractivos como para justificar la entrada.