


Tres amigos, ex guardias jurados en paro de larga duración, quedan una mañana para llevar a cabo un misterioso plan. Todo parece estar coordinado a la perfección y ellos están dispuestos a llevar su proyecto hasta las últimas consecuencias. Pero algo falla. El vehículo en el que habían tramado su traslado sufre una avería que los deja tirados en el piso de uno de ellos en espera de que otro socio les haga el favor de ayudarles. Mientras llega y no su nuevo colaborador, los tres amigos pasan el tiempo poniéndose al día de sus vidas mediante la narración de los últimos acontecimientos que les han sucedido, lo que llevará la situación por derroteros del todo inesperados.
El segundo largometraje como director de Polo Menárguez, adaptado a partir de la obra teatral de Ignasi Vidal, no podría haber tenido un mejor arranque. Con una premisa relativamente sencilla y una puesta en escena que brilla por su economía —apenas una única localización, tan solo tres personajes…— El plan hace una presentación de la masculinidad desde un prisma poliédrico y complejo que pasa de la comedia al drama y de este a la más absoluta de las tragedias.
Se trata de una obra valiente que plantea una deriva parecida a la que también desglosa la oscarizada Parásitos. La pátina de comedia de su inicio logra hacer que el espectador baje la guardia, sintiendo simpatía a través de la lástima hacia unos personajes por completo reconocibles en la sociedad actual. De este modo, se genera una visión del drama que posteriormente se ve truncada cuando se golpee la cara del público con la realidad en toda su crudeza, obligando a la redefinición de los afectos y al replanteamiento de toda la película.
Los hombres de El plan son sensibles, agresivos, prepotentes, vulnerables, adorables, terroríficos…
Los actores Raúl Arévalo, Chema del Barco y Antonio de la Torre ofrecen todo un despliegue interpretativo durante la escasa hora y cuarto de metraje, encarnando no solo el cambio de tono sino también toda la configuración del espacio emocional de la propuesta. Cada uno de ellos desarrolla un arco de transformación que los mueve a través de un amplio registro de emociones que sirve a los realizadores para colocar sobre la mesa, no ya temas universales como el amor, la familia, el trabajo o la amistad, sino todo un catálogo de diferentes masculinidades.
Los hombres de El plan son sensibles, agresivos, prepotentes, vulnerables, adorables, terroríficos… El desglose de sus caracteres se desarrolla a partir de la manera de afrontar los golpes que, a lo largo de toda una mañana —pues la obra está narrada prácticamente en tiempo real— les va propinando la trama hasta llegar a un cierre demoledor en el que es el espectador el principal interpelado.
Una experiencia muy recomendable.