


El talento del actor Hugh Jackman para el cante y el baile está tan sobradamente demostrado que se podría afirmar como algo que no admite discusión. El australiano, conocido por el gran público principalmente por sus recurrentes roles como el violento Lobezno de los X-Men, tiene en su haber una dilatada carrera en Broadway y el West End que inicia ya en los años noventa, además de haber coleccionado nominaciones por su Jean Valjean en la versión de 2012 de Los Miserables. Los intérpretes Zac Efron o Zendaya, por su parte, también han dado buena cuenta de sus dotes escénicas, ambos con una infancia estelar vinculada a programas televisivos de corte musical como High School Musical o Shake it up. Queda patente, por tanto, que al menos en el aspecto de espectáculo el filme tiene cubiertos todos los frentes.
El Gran Showman se acerca al biopic del empresario P. T. Barnum, pionero dentro de su ámbito y fundador en la vida real del Barnum & Bailey Circus, allá en las postrimerías del siglo XIX. Barnum, encarnado por Jackman, se presenta en el filme durante su infancia como un joven de clase humilde que sueña con convertirse en promotor circense. No obstante, conforme va superando una juventud de miseria y carestía, y ya convertido en padre de familia, su afán parece no llevarle tanto hacia las candilejas como hacia el dinero, pasando su sueño de ser el jefe de pista del mayor espectáculo del mundo a ser, sencillamente, rico. Para lograrlo opta por reunir bajo el mismo techo a todos los freaks que logra encontrar en el Nueva York de su tiempo: la mujer barbuda, un obeso, un enano, un tatuado, una pareja de trapecistas de marcados rasgos étnicos…
La crítica moralista de la época lo tacha de estafa, algo que a él no le importa siempre que el caudal fluya por la taquilla. Sin embargo, cuando advierte que sus hijas están siendo marginadas por el origen circense de su fortuna, decide emprender una nueva campaña de prestigio que lo sitúe, no ya entre la clase pudiente, sino entre la alta sociedad. Para ello se vinculará con un autor de buena cuna y diversificará su espectáculo en función de sus públicos: ópera para el sector cultivado, freak show para la baja ralea. Por supuesto, que él mismo decida ubicarse con los primeros no sienta del todo bien a quienes le han procurado su fortuna.
El film, que podría poner el acento sobre las luces y sombras de un personaje cuyo ascenso y caída se antojan interesantes, opta más bien por difuminar las dobleces y ofrecer un espectáculo plagado de actuaciones, canciones pegadizas de corte pop y portentosas coreografías diseñadas con el fino trazo del pixel digital.