Emily Brontë murió de tuberculosis a los treinta años. Ese tiempo le bastó para convertirse en una de las más emblemáticas autoras literarias de la era victoriana, y una de las más importantes autoras de la literatura romántica inglesa. Su obra destaca, además de por sus poemas, publicados junto a la producción de sus también famosas hermanas Charlotte y Anne, por su novela Cumbres borrascosas que, según dicen, comenzó a escribir en la vigilia por la salud de su hermano dipsómano.



La película que llega ahora a las salas, ópera prima en la dirección de la actriz Frances O’Connor, hace un retrato de la adolescencia y juventud de la emblemática escritora. Emma Mackey es la encargada de ponerle cuerpo, rasgos y emociones, y de mostrar en pantalla los procelosos vaivenes de su carácter.
Y ahí el mayor logro de la película. A pesar de tratarse de una obra de época bien ambientada y bien construida, la Emily de Frances O’Connor no difiere mucho de cualquier adolescente rebelde de la actualidad. Sin caer en anacronismos, Emily corre bajo la lluvia, salta, juega con sus hermanas, trasnocha por estar de palique en su cama compartida, escribe cuentos y poemas en crípticos diarios que esconde bajo el colchón, comparte secretos y se inventa historias; fuma a escondidas, tontea con las drogas que le suministra su hermano, se escapa por las noches, hace trastadas, se mofa en la iglesia, recibe reprimendas… y se enamora de quien no debe.
A Emily la obligan a estudiar, y a ir a clase, y hasta la internan en un colegio donde apenas dura varios meses. Se cita a escondidas con su enamorado, que se convierte en su amante en pecado. Sufre su primer gran desamor precisamente por ello. También sufre por su hermano, que es un bala perdida aunque la quiere, y la protege (tal vez demasiado); se enfrenta a su hermana mayor, hacia quien siente una profunda rivalidad que no enturbia el cariño. Quiere vivir una vida independiente y ansía su libertad. Es, básicamente, una mujer que podría pasar por contemporánea de no circunscribirse en la represiva y misógina era victoriana.
El logro de la película reside en saber retratar a la escritora desde dentro, fabulando, eso sí, qué podría estar pasando por su mente y su corazón en cada instante, e imaginando una personalidad introvertida, callada, inteligentísima, y cercana a lo mágico y lo espiritual.
En definitiva, una película muy disfrutable que, aunque por instantes cae en lo melodramático, se postula con fuerza, carácter y buen pulso; y una interpretación por parte de Mackey enigmática, profunda e interesante. Mejor en sala de cine.