


Acuciado por su falta de condecoraciones y por limpiar el buen nombre de su familia, el joven comandante Percival Fawcett abandona a su mujer e hijo recién nacido para embarcarse en un encargo que, en apariencia, no tiene ni toda la épica ni todo el reconocimiento que él ansía: trazar un mapa de la frontera entre Bolivia y Brasil a comienzos del siglo XX, en pleno declive de la época victoriana.
A lo largo de su misión, no obstante, gracias al contacto con los indígenas del lugar, empieza a creer en la existencia de una ciudad perdida en el corazón de la selva y que, supuestamente, habría estado habitada por una sociedad avanzada. El contacto con manuscritos que mencionan ciudades de oro y el hallazgo de algunas piezas de alfarería en el nacimiento de un río amazónico inexplorado sembrarán en él la obsesión por encontrar tan esquivo lugar.
Convencido de su teoría, logra regresar a la selva en una segunda expedición, esta vez mejor preparado y predispuesto, no ya a explorar una región recóndita, sino a descubrir la ciudad de sus desvelos que él mismo bautiza con el nombre de Z, por ser, en su opinión, «la última pieza del puzzle de la Humanidad». No obstante, la cerrazón de algunos de sus colaboradores, que no aprueban su familiaridad con los indígenas caníbales; los problemas conyugales en un hogar que tiene prácticamente en el abandono en la lejana Inglaterra, y la irrupción de la Primera Guerra Mundial darán al traste con su objetivo.
No será hasta después de la contienda, ya cincuentón y en compañía de su hijo, cuando emprenda la que históricamente sería su última incursión en la selva en dirección a la supuesta ciudad perdida.
Con un trabajo elogiable tanto en fotografía como en producción, el filme narra el perfil biográfico del histórico explorador con detallismo y precisión, dejando espacio para trazar la aventura desde las diversas perspectivas de aquellos a quienes atañe: el padre ausente, la madre, el hijo…
La película se mueve en una tesitura inusual que recuerda el trazo de los antiguos relatos de aventuras
Sin embargo, quizá el origen literario de la fórmula y el hecho de que el director firme también el texto, lastran en suma gran parte del potencial que presenta el relato. La historia se vuelve por momentos monótona, lenta y hasta vacía de ritmo, con diversos instantes del todo injustificados y vaivenes dramáticos en unos personajes que probablemente no hayan encontrado en el protagonista de Sons of Anarchy a su mejor percha.
A pesar de todo, la película se mueve en una tesitura inusual que recuerda el trazo de los antiguos relatos de aventuras, por completo ajeno a la actual fórmula comercial y más centrado en una narración madura y sosegada. Eso sí, tal vez demasiado.