


Colaboración para Nosoprano
por César Brito
Ray Monroe (Sam Worthington) no vive su mejor momento. Su matrimonio vive un delicado equilibrio, más próximo al divorcio que al final feliz. Viaja de regreso por carretera, junto a su mujer y su hija, después de una desagradable cena de Acción de Gracias con sus suegros. En una parada en una zona de servicio la pequeña sufre una caída accidental y se rompe un brazo. Tras acudir a un hospital cercano, a la pequeña le hacen las primeras curas pero quieren hacerle algunas pruebas más.
Ray espera a los resultados, mientras su mujer acompaña a la pequeña. Pero comienza a ver extraños comportamientos del personal e inquietantes detalles en el hospital. Tras muchas horas se interesa por su familia, pero nadie parece tener noticias de ningún ingreso, ni han visto entrar en el centro a nadie más que a él mismo. Comienza así una lucha desesperada por recuperar a su esposa y su hija, mientras todo parece ponerse en su contra.
Esta producción para Netflix dirigida por Brad Anderson, con guión de Alan B. McElroy, bien podría ser un telefilm de sobremesa en cualquier televisión generalista. Esto no tiene por qué ser necesariamente negativo. La película, sobria y sin estridencias, tiene muchas bazas a favor para convertirse en una grata y honesta sorpresa. O lo que es lo mismo, un telefilm, pero bien. Fractura ofrece una fotografía cuidada, que ayuda a crear un clima frío e impersonal, muy beneficioso para la trama. Una premisa sencilla que puede ser el punto de partida, no obstante, para interesantes e inquietantes desarrollos y un guión que, lejos de darlo todo por sentado, obliga al espectador a ponerse en el lugar del protagonista y acompañarle en un desasosegante y creíble viaje sin recurrir a demasiado artificio. Su principal trabajo será «darle al coco» durante toda la película, adscrita al género del thriller psicológico con merecimiento.
En la columna del debe, un par de detalles de «prestidigitación» cerca del desenlace que quizás podrían haberse evitado, aunque no hacen un destrozo demasiado grande. Y una interpretación, la de Worthington, que se ve lastrada por su incapacidad para abordar con auténtico compromiso un papel dramático que podría haber dado más jugo con otro perfil menos asociado a productos más vinculados a la acción o la ficción intrascendente. Y esto a pesar de su excelente trabajo, también para Netflix, en Manhunt: Unabomber.
A pesar de todo, Fractura es una película muy «aseada», que cuenta una historia simple pero muy efectiva, con un guión muy trabajado para causar un «efecto Shyamalan», también apropiado para dejarte el cuerpo regular con los títulos de crédito. No levantará mucha polvareda, seguramente. Pero tampoco hará perder el tiempo al espectador, si le gusta hacer un pequeño esfuerzo para sumergirse en la aventura que se propone y jugar al escondite mental con sus protagonistas. Bastante digna, lo que es mucho decir hoy en día.