


Probablemente el primer rasgo fundamental del subgénero slasher del cine de terror es que el asesino en serie de turno siente predilección por los adolescentes díscolos que transgreden las normas morales de castidad. El segundo rasgo fundamental es que la némesis de este asesino serial suele ser una chica mojigata que no sólo sobrevive el tiempo suficiente para poder ser rescatada —tradicionalmente por un personaje masculino—, sino que además, en ocasiones, logra derrotar por sus propios medios al villano. ¿Qué pasaría si por algún tipo de poder arcano ambos intercambiasen sus cuerpos?
Esta es la premisa de la película dirigida por Christopher Landon. Una joven estudiante de instituto, víctima de bullying por parte de profesores y compañeros, tiene la mala suerte de toparse con un asesino en serie salido de una leyenda urbana. Este criminal, que ya ha matado a varios adolescentes, se ha hecho con una misteriosa daga azteca cuya magia provoca, sin que él lo sepa, que en el instante en que va a asestarle a la joven la puñalada fatal ambos intercambien sus cuerpos.
La muchacha se ve, por tanto, doblemente empoderada. En primer término, su cuerpo, al ser poseído por el espíritu asesino, tomará venganza contra todos los abusones que ha ido encontrando a su paso, desde el profesor que la insultaba en clase hasta la manada del equipo del instituto que planeaba violarla en grupo. En segundo término, el alma de la joven, atrapada en el cuerpo del asesino, disfrutará de una fuerza, independencia y autonomía que nunca había experimentado y que le permite trascender una serie de limitaciones que, según descubre, eran en su mayoría autoimpuestas.
Agazapada bajo el paraguas de la parodia, se atreve a exponer cuestiones de calado como la identidad de género, el acoso escolar o la indiferencia de las instituciones educativas
El problema es que el efecto tiene un margen de 24 horas. Después, se convierte en algo permanente. Ansiosa por recuperar su verdadera forma, la protagonista tendrá que confrontar al villano antes de que el plazo expire para romper la maldición.
La película de Landon, director de otros títulos de corte similar como Zombie Camp o Feliz día de tu muerte, se encuadra en una lógica gamberra e irreverente que combina las premisas del slasher con el gore y la comedia negra. Y en este contexto hay que valorar la obra y sus pretensiones: se trata de una película autoconsciente que elabora su premisa sobre el cliché y una trama tan vista como predecible. No obstante, a partir de ahí, y agazapada bajo el paraguas de la parodia, se atreve a exponer cuestiones de calado como la identidad de género, el acoso escolar o la indiferencia de las instituciones educativas. Un film muy disfrutable.