Hace nada tuve la oportunidad de ver Gone Girl, o como la llaman en España Perdida. La película prometía mucho al ser el grandísimo David Fincher, el cual merece presentación ninguna. Además, a bombo y platillo repartían publicidad y se presumía por ello una película interesante sobre el seguimiento de una mujer desaparecida. Pero como siempre, no es oro todo lo que reluce y menos cuando es la publicidad la que predomina sobre el boca a boca, por lo que me limité a ir al cine para analizarla.
En un primer visionado, el espectador medio se queda pasmado. No es para menos. Fincher forma parte del olimpo de los mejores directores en activo e imprime sin piedad un ritmo poderoso y frenético incluso a veces. Y sin embargo, pese a ser el adecuado, consiguió decepcionarme en los últimos quince minutos. Indeciso, pensé que se trataba de un error, pero no. Había más de uno y de dos errores serios que, sin quebrar una buena película comercial, la separaba de sus grandes obras maestras. Y aquí, por desgracia, me será imposible hablar de la película sin soltar spoilers a cascoporro.
La película empieza bien, con el caso de Amy desaparecida y cómo medios y policía tratan de seguirle la pista a ella y a Ben Affleck. De hecho, esa quizá es la parte interesante de la película: el seguimiento de los medios del caso. Cada vez que aparecen, la cinta sube en credibilidad y en verosimilitud, retratando a una América sensacionalista y sin escrúpulos en busca de carne fresca —perdón, que aquí hay periodistas en la sala…o no, da igual— que vender como noticia. Y Affleck es la carnaza, el agujero que investiga todo el mundo.
Aquí empieza a chirriar todo un poco, pues la construcción del personaje de Affleck, aún siendo creíble, se distancia de la originalidad y reposa en los terrenos abundantes del cliché del noir. Tipo que ha sido infiel a su mujer; amante veinteañera desesperada e inestable que lleva consigo problemas; una hermana que no tiene ni idea de quién es ese hombre; la policía que tiene sus dudas… Ahí todo, pese a ser cliché cuadra, pero uno no puede evitar pensar que hay ciertos posos en la película para que pueda haber un fracaso parcial. Pero, aún así, el ritmo es notorio y el resultado muy bueno, para qué lo vamos a negar.
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Y… primer punto de giro. Para mí es aceptable, casi decente, la idea que subyace detrás del papel de Amy y el personajazo que constituye Rosamund Pike. Flynn construye en su novela —y en su guión— una mujer sin escrúpulos, psicópata y que conoce al dedillo cómo ganarse la gente y cómo manipularla a su voluntad. Pero como siempre, más fallos. El primero es el más duro, el más cruel. A ver, ¿cómo demonios consigue un personaje como Pike vengarse de su marido solo con conocimientos de novelas de misterio? Creo que todo el mundo medianamente normal, aún leyendo ficción, sería incapaz de burlar a la policía como hace esta señora, y todos esperábamos que hiciera aguas su plan en algún momento. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Lo que en principio podría haber sido una película brillante se desperdicia con tres elementos clave: un marido florero y un personaje que contradice a su lógica.
Y es que Neil Pattrick Harris, o lo que sería su personaje, es lo que más me duele. Se construye un personaje completamente normal cuando el papel de viuda negra de Pike pedía y necesitaba ser acorralado. Lo que en principio es así se convierte en un desarrollo a medias donde Pike ni siquiera es empujada a tomar una apuesta tan gorda como es asesinarlo para volver a brazos de su marido por conveniencia. ¿En serio? ¿De verdad eso es un personaje con una lógica bien construida? Que Amy esté loca no justifica un asesinato de estas características, ni mucho menos volver a los brazos de su marido, sobre todo cuando Flynn construye la premisa de un duelo que va a acabar fatal para uno de los dos.
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Pero todo no acaba ahí. La vuelta de Pike solo sirve para que todo vaya según a Flynn le conviene, que es a que uno de esos dos gane el duelo. Y, si bien esa parte, podría haber sido la más interesante, creo que ahí hay un agujero tremendo que la pasa a convertir de una película convencional correcta a una película notable. Eso en un director decente me parece perdonable, pero en alguien como Fincher o en un escritor de la talla de Flynn no. Y es una pena, porque me demuestra de nuevo lo muy distintos que son el mundo del guión y el del escritor.
Sin embargo, detrás de todo el aparente artificio hay una película decente que levanta Fincher —sin contar unos cortes algo antinaturales a veces— en el mejor de los sentidos. Aún así, sorprende ver que hay dos largometrajes muy distintos en Gone Girl. El primero es el del thriller convencional, donde la víctima es retratada y golpeada, y otra donde la sátira es la predominante. Sin embargo, cabe decir que en esta película el thriller y la sátira, irónicamente, se acaban destruyendo el uno al otro. Como conclusión solo queda decir que vale la pena su visionado, pero que detrás, como casi nunca pasa en las películas de Fincher, esta vez hay un escenario de cartón-piedra que me ha sido imposible superar.
PD: Nunca dejéis a un escritor que no tiene conocimientos sobre guion que escriba uno. Ya lo dijo Hitchcock en su momento: ante la incertidumbre, los dramaturgos antes que los novelistas.