En 1974 Chalotte Rampling, con 28 años, llevaba el escándalo y la polémica a las salas de cine de la mano de la directora Liliana Cavani. El motivo no era otro que la película Portero de noche, escrita por esta última, donde narraba con abundante erotismo la relación sadomasoquista entre reclusa y carcelero en el contexto de los campos de exterminio durante el holocausto. La primera escena que se rodó del filme fue precisamente la que terminó siendo más famosa: el baile de Rampling en toples cubierta por la gorra de un oficial de las SS. No resulta extraño, por tanto, que el casting de Gorrión Rojo haya optado por la misma actriz para interpretar en esta ocasión a la severa mentora jefa del centro de adiestramiento para espías donde recae el personaje interpretado por Jennifer Lawrence, precisamente también a sus 28 años, y donde le enseñarán, entre otras lecciones, que su cuerpo y su sexualidad son bienes al servicio del Estado.



La película de Lawrence se aleja de la tónica de todos los filmes del género de espías de la última década
Bregada en la disciplina del Bolshói, la primera bailarina Dominika Egorova ve truncada su carrera por un aparatoso accidente en escena. Su tío, un gerifalte del gobierno ruso, explota su debilidad económica y la dependencia de su madre discapacitada para enredarla en un asunto indecoroso: debe seducir a un político rival y aprovechar la intimidad de la alcoba para robarle el teléfono. No obstante, todo sale mal y al político le da tiempo a violarla antes de ser asesinado por un sicario, cosa que era el verdadero objetivo del plan desde el comienzo. Implicada, salpicada de sangre, y con la atención médica que necesita su madre en vilo, a Dominika no le queda otra opción que acceder al plan de su tío y pasar a integrar un cuerpo de espías de élite —los llamados «gorriones»—, especializado en las tácticas de seducción. El agente de la CIA Nate Nash (Joel Edgerton) será su primer objetivo.
Sostenida sobre la contención, la película del director Francis Lawrence —sin parentesco con la protagonista— se aleja de la tónica que han llevado, no solo todos sus filmes precedentes, sino casi todos los filmes del género de espías de la última década en general —especialmente los protagonizados por mujeres—. En Gorrión Rojo no hay apabullantes escenas de acción, persecuciones con tiroteos a toda velocidad ni avasalladores planos secuencia de peleas imposibles. En lugar de eso se narra una historia íntima, sosegada y mantenida sobre los diálogos, las mentiras y las traiciones insospechadas. Lawrence, la actriz, hace gala de una fuerza expresiva encomiable capaz de llevar todo el peso de la trama y además engañar al espectador en un final del todo sorpresivo.
Eso sí, la película resulta quizá demasiado larga.