


Entre 1936 y 1966 el empleado de correos Victor Hugo Green publicó una guía de establecimientos a lo largo de varias regiones de Estados Unidos que aceptaban y admitían trato con afroamericanos. Bajo el título de The Negro Travelers’ Green Book, y con una tirada de 15.000 ejemplares cada año, la guía del señor Green recomendaba hostales, hoteles, restaurantes y hasta gasolineras donde no solo los negros eran bienvenidos, sino donde, sencillamente, su integridad y hasta su vida no estaba en riesgo.
Frank Anthony Vallelonga, Tony Lip para los amigos, nacido y criado en el Bronx, trabajaba como camarero en el club Copacabana de Nueva York. Allí conoció a numerosos famosos, entre ellos el director de cine Francis Ford Coppola, que le ofreció un pequeño papel en El Padrino. Su carrera cinematográfica continuó con otros pequeños roles en películas como Uno de los nuestros, Donnie Brasco o la serie de HBO Los Soprano, siempre dando vida a personajes relacionados con la mafia italoamericana.
Sin embargo, antes de sus pinitos en el cine, Tony Lip había realizado un trabajo muy particular: había servido de chófer y guardaespaldas del pianista negro Don Shirley a lo largo de una gira por los Estados del Sur en plenos años sesenta. Es decir, un paseo por la zona más radicalmente racista de Estados Unidos en un periodo en el que aquel catálogo que editaba Victor Hugo Green no solo era necesario sino indispensable.
Green book plantea un argumento interesante y se edifica sobre la interpretación de dos actores en estado de gracia
Green Book, dirigida por el creador de comedias gamberras como Algo pasa con Mary o Dos tontos muy tontos, acompaña a la extraña pareja formada por un altivo y refinado pianista virtuoso —también homosexual, para más conflicto— y su chófer bruto, glotón y campechano a través de ese periplo, y el resultado es del todo disfrutable.
Ciertamente tanto el tono amable como el entramado del film suena a historia mil veces contada. De alguna forma, el gran público no solo puede predecir la línea de los acontecimientos de la película, sino que además no tiene que realizar el más mínimo esfuerzo para entender el mensaje que esta quiere transmitir. Y, sin embargo, a pesar de no llevar al espectador a través de ninguna sorpresa, su construcción es tan sólida que termina funcionando.
Green book plantea un argumento interesante y se edifica sobre la interpretación de dos actores en estado de gracia, el oscarizado Mahershala Ali, cuyo hieratismo define un personaje deshubicado entre una comunidad negra que no le reconoce y una comunidad blanca que le desprecia, y un inmenso —también en lo literal— Viggo Mortensen, que construye un personaje tan irremediablemente atractivo y simpático como honesto y socarrón.