Como apuntábamos el año pasado por estas fechas, Jamie Lee Curtis debe de estar curada de espanto. Hija de los leyendas del celuloide, Tony Curtis y Janet Leigh, quizá fuera la mitología creada en torno a la figura de su madre la que motivó su casting, en el lejano 1978, para el film independiente Halloween. Además de contar como protagonista con la hija de la víctima de la ducha de Psicosis, la obra de John Carpenter tenía numerosas alusiones al clásico de Hitchcock. Entre ellas, la más obvia: el subgénero del slasher, en el que, según los cánones, un asesino psicópata se dedica a matar adolescentes a golpe de cuchillo.



Jamie Lee volvió a encontrarse con el serial killer Michael Myers en Halloween II, luego en Halloween H20 (donde también aparecía, brevemente, la propia Janet Leigh), después en Halloween Resurrection, Halloween (versión 2018) y en Halloween Kills, estrenada el año pasado. No es de extrañar, por tanto, que la actriz haya participado con gusto en la que está llamada a ser la última y defintiva entrega de una saga que, además de los citados, cuenta con ocho títulos más en los que no aparece la actriz.
A lo largo de los años, Curtis ha ido acumulando experiencia y canas. Cabría decirse lo mismo de su contrincante si no fuera por la eterna máscara —un Capitán Kirk, de Star Trek, descolorido— que le ha acompañado durante todas sus entregas y que conforma, de hecho, su inexpresiva identidad como monstruo. Es más, de él poco se sabe, tan sólo que su maldad le alimenta el espíritu y que no hay forma de matarlo. O eso parece.
Halloween Ends, por tanto, cumple con lo que promete. Michael Myers vuelve a la vida (en realidad nunca murió), y sigue amenazando el —poco— apacible pueblo ficticio de Haddonfield hasta que la heroína, la final girl original, da con él y se produce la ansiada confrontación definitiva. No obstante, como reducir a esta cuestión la trama resultaría demasiado predecible, en esta ocasión el villano cuenta con un potencial aliado.
Dicen que las segundas partes nunca fueron buenas. Si ese axioma fuera válido para cada entrega de una saga, de la de Halloween, que acumula más de una docena de títulos, no cabría esperase mucho. Y quizá nadie lo haga. De ahí su mayor virtud: cumplir su cometido sin horadar el recuerdo de la franquicia, respetando el interés de los fans y, sobre todo, sin caer en la parodia. Por todo ello, se trata de una obra disfrutable cuando lo que se espera es precisamente eso: el disfrute, sin más.