Cuando de invasiones culturales se trata, parece que Halloween es una de las que más duele.
Llevo años discutiendo con amigos acerca de la visión apocalíptica que se tiene en algunos lugares sobre esta tradición anglosajona exportada a Estados Unidos y de allí al resto del mundo. En general parece que las opiniones están muy polarizadas. Unos están totalmente a favor, imbuidos del espíritu de la calabaza, el disfraz y la fiesta. Otros están decididamente en contra y prefieren la tradición castellana de llevar flores al cementerio y pasar la jornada en familia.
Siempre he mantenido que, pese a todo, no se puede considerar Halloween una fiesta yankee yankee como el 4 de Julio o el Día de Acción de Gracias. Al fin y al cabo nosotros la celebramos más que ellos —de hecho, aquí es festivo el día uno mientras que en Estados Unidos es jornada laboral—, y desde mucho antes que ellos —«Halloween» es una contracción de «All Hallows’ Eve», es decir, la «Víspera de Todos los Santos», que ya mencionaba Bécquer, con sus fantasmas templarios saliendo de sus túmulos por los campos de Soria…— Es verdad que lo de las calabacitas y los disfraces es importado, pero estoy convencido de que ninguna discoteca de la ciudad va a ponerse en contra.
En cualquier caso, me ha parecido oportuno traer a colación en esta jornada tan celebrada otra importación gringa que va a llegar la próxima semana a nuestras pantallas: Sleepy Hollow.
Para quien no esté muy puesto, se trata del cuentecillo del Jinete Sin Cabeza de toda la vida —bueno, «de toda la vida» en EEUU, de donde es originario— que popularizó hace catorce años Tim Burton con una adaptación meramente comercial que tenía poco más atractivo que juntar en escena a Johnny Depp y Christina Ricci con breves aportaciones de dos Christopher, Walken y Lee. Lo más granado del género, vaya.
Ahora llega a nuestra castiza FOX —también, «la de toda la vida»— en una versión que quiere dar una vuelta de tuerca a la historia. Fíjense en el tráiler, a ver si adivinan de qué se trata:
Así es: está ambientada en la actualidad. Ya ven qué originales. No habíamos visto una adaptación así en ninguna ficción televisiva reciente… —ejém… Sherlock, Elementary, American Horror Story…—
He podido ver los dos primeros episodios y debo decir que la serie es correcta. Tiene los tintes de la manufactura seria norteamericana: buena producción, historia más o menos asequible, cliffhangers en cada episodio y cierta dosis de terror. Si bien en cuanto a las hechuras no es muy diferente de Entre Fantasmas, la verdad es que tanto en lo visual como en lo referente al género en que se mueve, ésta arriesga —y gana—, mucho más. Y aparte está el tema de la parejita, claro.
Si ya hemos aceptado que el elemento policiaco no debe faltar en ninguna serie actual que se precie —incluso en House también había cierto punto «policiaco»—, nos toca tragar una vez más con la tensión sexual no resuelta de la pareja protagonista. Está claro que la senda marcada por Luz de Luna o Remington Steele es provechosa, y no hay que salirse de ahí: ni siquiera aunque el protagonista sea un pez fuera del agua atrapado en un tiempo que no es el suyo. Bones, Castle, Mentalista… y otra más. Lo que funciona, funciona, ya saben.
El problema que le veo es la ambientación mágica de la trama. Ya saben lo reticente que me pongo con las magias. Me da la impresión de que el mundo mágico, o se define muy bien desde el comienzo y se explican bien las reglas de juego, o nos arriesgamos a que nos tomen por el pito del sereno bajo la gabardina del misterio, del «ellos saben algo que tú no sabes», del «ahora va y resucita» o del «debajo de esa trampilla está la explicación».
No me quejaré más, que luego me riñen por ser fatalista. En los Estados Unidos está siendo todo un éxito. De hecho ya la han renovado para una segunda temporada. Pero claro, es parte del folklore estadounidense de calabaza y truco-o-trato, de jinetes sin cabeza y niños pidiendo caramelos. No sé si aquí eso tendrá la misma aceptación. Aquí, que en la Noche de Difuntos la tradición es ir a ver el Tenorio…