Han sido recomendaciones y recomendaciones por doquier. Por todas partes. Que si tal, que si cual… Así que le he dado una oportunidad a la serie que AMC trajo el pasado verano, Halt and Catch Fire y ahí sigo, tras tres capítulos, dando la oportunidad. No hace falta explicar más para comprender que la serie tiene un problema. O yo. O los dos.
Debo reconocer que en los primeros compases de la premisa me autoinculpé de la falta de conexión. La historia cuenta la batalla por el control del mercado informático por parte de las pequeñas compañías allá por los años ochenta del siglo pasado, con IBM como gran ballena a la que todos querían hincar el arpón. La protagonizan informáticos, como se habrán imaginado, que se pasan el día hablando de códigos y BIOS y cosas así, por lo que al comienzo di por sentado que yo no era el público objetivo del tema. «Claro», pensaba para mis adentros, «esto a alguien que entienda de informática le tiene que gustar». Pero no. Estoy convencido de que no.
Principalmente porque empiezo a tener el presentimiento de que Halt and Catch Fire es algo así como un cascarón vacío. Ocupa un espacio, parece que tiene contenido, se presenta de manera visualmente atractiva… pero a la hora de la verdad se queda en eso. En cascarón. Lo pensé cuando me percaté de que no sólo no me explicaban a mí, espectador neófito, qué era eso del BIOS, sino que no se molestaban en enseñárselo a los propios espectadores informáticos. Igual que el protagonista de la historia, por un instante me dio la sensación de que me estaban vendiendo humo. Si se adentran en la serie verán más de dos y más de tres secuencias de montaje que terminan con alguno de los personajes sonriendo ante una pizarra —o una pared, o un cuaderno, o una pantalla con letras en verde… o el espejo de un baño de hotel en su defecto— pintarrajeada con un código informático ilegible. Debe de ser algo bueno, porque está sonriendo, pero no sabemos qué; no nos han enseñado qué; no nos explican qué. Al menos el Dr. House se molestaba en explicarnos los diagnósticos con sencillas y coloridas animaciones hechas por ordenador. Aquí ni eso. Pared pintarrajeada, letritas verdes sobre la pantalla, sonrisa. Fire.
Empiezo a tener el presentimiento de que Halt and Catch Fire es algo así como un cascarón vacío
Ante la desfachatez informática del asunto, quise refugiarme en el retrato de los personajes. Y sí, tienen su cosilla básicamente porque han colocado a tres estereotipos en la misma pecera, y eso siempre tiene algún resultado. Pero no dejan de ser eso: estereotipos. Imaginen: yupi ochentero, antiguo jefe de ventas de una gran compañía, tiburón de los negocios. ¿Lo están viendo? Exacto. Y con el mismo traje que habían pensado. Prueben ahora: geek informático de la primera época, cerebrito acomplejado porque su mayor genialidad está perdida en el cajón de algún ejecutivo, vida aburrida y pose cabizbaja. ¿Lo tienen? Correcto. Y con el mismo garaje que se han imaginado. A ver ahora si consiguen a la tercera, que es más complicada: joven alternativa, plaza fija en sala de videojuegos y genio informática. ¿Sí? ¿La ven? Enhorabuena. Exactamente, y escucha ese tipo de música, lleva ese corte de pelo y no gasta sujetadores. ¿Despiertan interés? Bueno. Digamos que en parte sí. Los tres tienen vidas complicadas o son, en sí mismos, bastante complicados, y eso tiene su gracia cuando se agita la coctelera. ¿Tendrán suficiente como para convencerme? No sé yo si el estereotipo da para tanto.
Y luego está la historia, la trama del conflicto con IBM y la pugna por descifrar el código sin mirar la chuleta, que me lleva de vuelta al tercer párrafo. Puede ser interesante, pero creo que me están haciendo trampa todo el tiempo. O a lo mejor no y soy yo, que siempre quiero entender demasiado. Si la chavala ha dado con la clave y la ha escrito en la pared, pues será verdad, oye, el personaje cerebrito ha dicho que es «brillante» y él sí que sabe. Si luego van y me dicen que no, que estaba mal, pues también será verdad. ¡Qué se yo!