


César es el jefe de una gran empresa. También es putero, cocainómano, alcohólico y malencarado. Trata con despotismo a todos sus subordinados; es jactancioso con los colegas y, por lo que se deduce de su situación conyugal, su propia familia le odia. Tanto es así que su esposa le ha echado de casa y pedido el divorcio, y su hijo no quiere ni hablarle. Cuando la situación por la que atraviesa su empresa se torna complicada, César opta por atrincherarse en su despacho armado con litros de whisky y otros tantos gramos de cocaína. Así, en sus horas bajas, es como da con Ariana, una limpiadora colombiana del turno de noche. Ella le adentrará en el panorama nocturno y oculto de su propia oficina, abriéndole un mundo desconocido sobre las virtudes y miserias de sus propios empleados. De alguna forma surgirá entre ellos una suerte de relación de carácter indeterminado —acaso romántica, acaso amistosa…— que acabará por ser balsámica para los problemas de ambos y que, de alguna forma, llegará a salvarles la vida.
Jefe consigue que el público vaya de la mano de un personaje que nunca deja del todo de ser despreciable.
Siete años después de la realización del cortometraje La Media Pena, Barrejón y López unen de nuevo sus esfuerzos junto a la guionista Marta Piedade para llevar al formato largo la misma premisa del ejecutivo en apuros y al borde del abismo que encuentra sentido a su vida por la irrupción de una trabajadora de la limpieza. El resultado es satisfactorio.
Aunque se aprecia cierta liviandad a la hora de abofetear al público como pide una historia así; y se antoja la obra un poco a trasmano entre los géneros, pues navega a medio camino entre varios; lo cierto es que Jefe consigue algo que explicado racionalmente sonaría por completo imposible en un drama de corte realista: que el público vaya de la mano de un personaje que nunca deja del todo de ser despreciable.
Es cierto que hay detalles que de alguna forma le redimen a ojos del respetable; y es cierto que sus contrincantes y antagonistas resultan exagerada y visceralmente más despreciables que él. No obstante, su grosería, machismo y mala leche irán en su ADN desde el comienzo hasta el final, en parte gracias a una interpretación magistral de Luis Callejo. Igualmente brillan en pantalla las interpretaciones femeninas de Juana Acosta y Bárbara Santa-Cruz en un papel secundario pero tan carismático que termina adquiriendo un peso sustancial.