


Todos tenemos algún amigo freak que nos arrastra sin pretenderlo o con toda la intención por sendas que desearíamos no haber pisado. En mi caso tengo unos cuantos, y cumplen su autoimpuesta misión con desgarbado descaro. Eso sí, en esta ocasión puedo decir en mi defensa que les ha costado. He visto Jessica Jones. La cuenta, gracias.
Jessica Jones es una muchacha agraciada con el don de la fuerza bruta. Pero bruta bruta. De un puñetazo puede romper una puerta, quebrar una pared o pararle el corazón a un ser humano. Deambula por Hell’s Kitchen, ese barrio bohemio y artístico de Manhattan que para la ficción se convierte en un lugar mucho menos apacible. Ha montado en un pisito allí una agencia de detectives. Efectivamente, en vez de triunfar en el boxeo, la halterofilia o de estibadora con su don, ella prefiere malvivir solventando los problemas de la gente a la que, en el fondo, odia. También es alcohólica, como se esfuerzan en remarcarnos en cada plano al poner decenas de botellas vacías en su escritorio, su mesilla de noche, debajo de su cama… —está claro que no nos toman por observadores—, pero no importa demasiado porque por mucho que beba no se emborracha nunca, o al menos no lo parece.
Todo comienza con un encargo: tiene que encontrar a una chica desaparecida. Cinco minutos después ya la ha encontrado pero, para su desgracia, está zombificada por un terrible villano de nombre ridículo cuyo superpoder es controlar la mente de los demás. La rescatada, presa de la acción mental del villano, asesina a sus propios padres y Jessica Jones decide capturar al bicho para demostrar que la joven realmente estaba coaccionada por el poder de otro.
El quid de la cuestión, la clave del asunto, es que el villano ya poseyó la mente de Jones en el pasado y la obligó a asesinar a una inocente para trauma de la protagonista. Por ello el proceso de redimir a la parricida en realidad es más un viaje de venganza de la propia Jessica hacia el enemigo que le quita el sueño por las noches, y que en el fondo bebe los vientos por ella.
Jessica es una planicie emocional cuyo sempiterno gesto de cabreo se hace soporífero
Esta es la premisa de partida; una idea que puede sonar bien de primeras pero que poco a poco se va perdiendo en una sucesión de situaciones extravagantes y absurdas que en absoluto aportan nada al recorrido de los personajes o a la trama de la serie. El villano, un David Tennant muy pasado de vueltas, siempre está por delante de su perseguidora en base a la total y absoluta casualidad. De hecho los guionistas no se han molestado ni siquiera en hacerlo inteligente o maquiavélico, simplemente tiene que dejar caer de soslayo un «cuéntame algo que no sepa, idiota» y listo, los secundarios desembuchan la trama en diálogos tan esclarecedores que casi se puede oír de fondo la carcajada del showrunner de la serie.
Por decirlo sin caer en el spoiler directo: básicamente es como si un malvado Superman fuera perseguido por Miss Kryptonita
Por otro lado, Jessica es una planicie emocional cuyo sempiterno gesto de cabreo se hace soporífero. Tiene superpoderes y una misión, pero de la misión pasa bastante y los superpoderes se le vuelven inservibles frente al enemigo. Y no precisamente porque puedan ser empleados para el mal siguiendo la lógica del control mental, sino todo lo contrario: son inservibles porque no le hacen ninguna falta. De hecho, la trama de Jessica y su archienemigo se solventa ella solita, porque sí, porque eres «la elegida», ea. Por decirlo sin caer en el spoiler directo, básicamente es como si un malvado Superman fuera perseguido por Miss Kryptonita; como si el temible y terrorífico Hombre Llama fuera perseguido por la contumaz Chica Extintor; como Iron Man contra Magneto sin sus nanotubos de carbono.
En resumidas cuentas, no me ha gustado lo más mínimo el aparte entre-temporadas de Daredevil Jessica Jones, y prueba de ello es lo que he tardado en terminarlo —a regañadientes y cabreado—. Todo para poder arrojar a la cara de mis amigos freaks este texto que, según ellos, tanto esperaban. Me deben una cerveza, que conste.
Me pronuncio contra tu crítica mi querido Don Juan! (que no lo suelo hacer porque casi siempre estoy de acuerdo).
Te dejas la importancia -tanto para la trama como para la apreciación del personaje principal y el villano-, de la dinámica entre abusador y abusada. Con fondo de superhéroes, «Jessica Jones» cuenta la historia desde el punto de vista de la superviviente de un violador, literal y metafóricamente. Él obsesionado, ella rota y con mucho daño psicológico.
Afortunadamente yo no puedo dar fe, pero la serie ha sido alabada por lo bien que describe el idilio de una víctima de violación/abuso.
Seguro que me lo discutes y ganas, pero no podía dejarlo pasar 😉
[Van Spoilers] La verdad es que no veo por ninguna parte esa vertiente de la historia. Creo que Jessica no está traumatizada por haber sido violada por el villano, está traumatizada por haber matado a sangre fría —lo cual deja en el aire, si de verdad ella resulta ser inmune, si lo hizo adrede o coaccionada, con lo también se plantea la duda de si fue realmente violada o no…—. [Vale que la serie presenta que ella no ha sido inmune todo el tiempo, sino que «empieza a ser inmune» sólo cuando al guionista le conviene que lo sea]. De hecho todo habría sido más interesante si ese fuera el conflicto principal: una víctima que se atreve a volver a la boca del lobo para salvar a otra víctima; una historia de sacrificio y no de venganza. De todas formas creo que tiene tantos puntos ciegos que incluso aunque aceptásemos que hace un buen retrato de ese tipo de relación —que lo dudo— seguiría sin poder alabarla.