


Annie lleva quince años atrapada en una relación con pocos visos de avanzar. Más que de ella, su novio parece estar enamorado del mito de un esquivo cantante de rock al que se le perdió la pista hace años. Tanta es su obsesión que incluso ha creado un portal web donde recopila toda la información y leyendas que circulan sobre la enigmática estrella, en torno al cual se ha nutrido toda una comunidad de aficionados al artista. Un día, gracias precisamente a esa comunidad, cae en sus manos la maqueta del disco original del cantante. Annie, harta por ser el segundo plato, escribe una mala crítica de esta maqueta en la web de su novio, lo que la distancia de él al tiempo que la pone en contacto, precisamente, con el ídolo perdido: el rockero misteriosamente desaparecido, que aprecia la crudeza de las palabras de ella. El músico comenzará entonces a narrarle la realidad de su historia, sembrando entre ambos el comienzo de una relación más íntima.
El gran potencial de la película reside en la interpretación y buena química de Rose Byrne y de Ethan Hawke
La película, dirigida por Jesse Peretz a partir de una novela de Nick Hornby, se ubica en el contexto de las comedias románticas de fondo dramático. Por ello, aunque efectivamente hay instantes que despiertan la sonrisa, el filme tiene un asidero con la realidad cotidiana que le otorga una profundidad a menudo poco advertida en este tipo de géneros. El drama existencial de la protagonista, una mujer de cuarenta años que se siente atrapada en una relación con poco futuro, un trabajo que no la hace feliz, y una vida, en definitiva, construida en base a «lo que se esperaba de ella»; y el conflicto traumático de él, una estrella del rock venida a menos que vive de la caridad de una de sus ex y que colecciona hijos perdidos entre Europa y América, convierten la historia de amor entre ellos en algo más que una simple aventura: se trata, en suma, de la tabla de salvación de ambos.
Bien construida argumentalmente, con giros verosímiles a pesar de lo casual que parece, a priori, todo el planteamiento, y con momentos de humor bien entonados —como la escena en la habitación de hospital, con todas las ex del cantante reunidas—, el gran potencial de la película reside en la interpretación y buena química de Rose Byrne y de Ethan Hawke, que da vida al ídolo caído, pésimo padre y bala perdida, pero que resulta irremediablemente encantador.
El único problema del film es que realmente ella no encuentre más trabas en su camino, dando la impresión de que el tono fresco y ligero que han querido darle a la historia provoca que incluso los inconvenientes con que se topa —esa instrumental compañera de trabajo— finalmente no jueguen sino a su favor.