The Princess and the Queen
Han pasado diez años, aunque por algunos más que por otros. Curioso que el envejecimiento haya defenestrado a alguno de los intérpretes mientras que a otros los mantiene en ácido hialurónico.
La trama arranca en el parto de otro de los hijos de Rhaenyra que, por lo visto, en estos años no ha hecho más que parir niños morenos que todo el mundo sospecha que no son de Velaryon, pues deberían tener el pelo-fregona de su padre.
De nuevo sucede como en el anterior salto temporal: la historia nos racanea la información del día a día mediante una elipsis un tanto torticera. Mientras que todo ha cambiado, hay cosas que parecen congeladas en el tiempo, como si diez años de convivencia no hubiera supuesto ninguna tensión nueva (o distensión).
Los niños empiezan a ganar protagonismo por la rivalidad entre primos y el juego con los dragones, también con poco fundamento. El amante de Rhaenyra se marcha y la reina Alicent confabula para matarlo junto a su padre, que es el actual Mano del rey. Y el rey, mientras, pues a por uvas, como lleva toda la serie.
Lo peor de todo en esta ocasión viene de la subtrama de Daemon. Casado con Laena, se empeña en irse de viaje con ella embarazadísima. Por supuesto el parto sale mal y ella, no se sabe muy bien a santo de qué, se inmola para dejar de nuevo la trama de Daemon abierta a todas las opciones. Nunca un suicidio fue tan instrumental ni tan guionizado. Una pena que los personajes que generan trama duren tan poco; qué pena que sea todo tan protésico.